Inspección, reportes, supervisión, auditoria, arqueo… son las palabras más despreciadas por muchos en el marco laboral. Y es que al parecer la naturaleza humana se resiste a todo lo que tiene sabor a subordinación, a todo lo que implica sujeción a la autoridad, y al rendimiento de cuentas por nuestro desempeño en el cumplimiento de nuestros compromisos y responsabilidades.
Las experiencias vividas en el transcurso de algunos años me hacen ver el tema de rendir cuentas desde un par ángulos.
1. Cuando una institución es capaz de crear conciencia entre sus miembros, de que el rendir cuentas es parte del trabajo, es decir, es una parte integral de un puesto, y que cuando se es objeto de supervisión, de arqueo o de cualquier tipo de verificación, es un procedimiento absolutamente normal y previsto, que no implica sospechas de anomalías o mala fe, entonces se espera que las personas supervisadas cooperen sin sentirse amenazadas, y sin la percepción de que haya desconfianza alguna en ellos y sus actuaciones. Es por tanto cuestionable que un subalterno se altere, se indisponga o se niegue a rendir cuentas alegando a motivos personales, cuando esto es un proceso absolutamente profesional.
2. En caso contrario, cuando una institución no tiene establecidos mecanismos de control, cuando sus miembros no están conscientes de las normas, estándares y políticas, y entonces se usan los procedimientos de auditoría, arqueos e inspecciones como una forma de intimidación o acoso, lo que suele ocurrir es que se crea un clima de cinismo en el ambiente laboral. Por eso hay analistas organizacionales que plantean que líderes cínicos, producen seguidores cínicos. Y el resultado es “perder-perder”, dicho en el lenguaje de Stephen Covey.
Tanto del lado de quien supervisa, como del lado de quien está subordinado, deben primar factores como el respeto a las personas, independientemente de la relevancia de un caso en cuestionamiento. Si se pide cuentas, ha de hacerse con los criterios profesionales de lugar, y se rinde cuentas, igualmente, dejando a un lado las subjetividades, asumiendo la responsabilidad de lo bueno, lo malo o lo regular con se que califiquen los resultados de nuestro desempeño.
En condiciones ideales quien más interesado debería estar en ser evaluado, auditado, arqueado o llamado a rendir cuentas es aquel capaz de exhibir una hoja de servicio diáfana, y aquel que tiene la humildad de escuchar y aprender cómo mejorar sus propios logros.
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