Tres noticias de mi contexto
local. La primera, el drama de una madre cuyo hijo de 4 años desapareció, y por
semanas toda una sociedad se mantuvo en vilo ante la aparición de un niño de
igual perfil, cuyo cuerpecito emergió de las aguas de un rio en avanzado estado
de descomposición. Por días vimos ante los medios los altibajos de una mujer
lidiando con su dolor y sus evidentes secretos.
Al parecer su historia es un rompecabezas con muchas pequeñas piezas que
hay que ubicar para ver el cuadro completo.
Luego, una segunda
información, de una niña de 14 años que
se confabula con dos amiguitas, y juntas agreden hasta matar despiadadamente
a su madre. ¿La razón? Los medios coinciden en decir que dicha madre
insistía en aconsejar a su hija adolescente, respecto a las relaciones
impropias que sostenía a su corta edad.
La tercera noticia. La policía
tras la pista para localizar y arrestar a una mujer que alegadamente vendió a
su bebé de 8 meses de nacido por la suma de 2500 dólares. El bebé fue rescatado de manos de la
compradora y llevado a un albergue estatal hasta nuevo aviso.
No me gusta ser melodramática,
ni describir con crudeza realidades tan
duras, pero algo hay que decir, algo hay que hacer.
Una de las responsabilidades más
importantes, hermosas y exigentes es la de ser madre. No es fácil para una
madre realizarse como mujer, sintiendo muchas veces las presiones de colocar en
segundo plano su rol de madre. Es un reto mantener el equilibrio entre los
hijos, la pareja, los exigentes quehaceres del hogar, las responsabilidades del
trabajo y la necesidad de cuidar de sí misma.
Hoy día muchas cosas atentan
contra la intención de ser una madre adecuada. No es ningún secreto que hay un
alarmante número de hogares rotos,
hogares remendados y hogares
vueltos a romper… las personas tienen carencia de afecto sano, constante y
duradero. Una mujer de hoy puede verse
concibiendo hijos fruto de más de una relación, sin garantía de permanencia, y
sin responsabilidad alguna. El asunto es que en el mejor y en el peor de los
casos, la mujer siempre llevará el peso, no solo del embarazo físico, sino de
la crianza y bienestar de esos hijos.
El reto está en asumir la responsabilidad de ser
madre con conciencia, con la intención de que, independiente de tus propias luchas
y dificultades, los hijos no tengan que sufrir las consecuencias de lo que en
su momento nos tocó sufrir a nosotras. Si fuiste maltratada, no tienes que
traspasar ese maltrato a tus hijos, más bien procurar sanarte para que no te
sientas tentada a hacer a los inocentes pagar por lo que otros hicieron.
En un reportaje de TV que
reseñaba la vida de Teresa de Calcuta, hay una escena en la que ella hablaba ante
una multitud sobre el tema de la pobreza. Una persona de la multitud le preguntó
como podía ayudar, y ella respondió: “Ama a tus hijos. Sencillamente ama a tus
hijos, todo tiene que comenzar allí.”
Y yo pienso que la
responsabilidad de ser madre comienza con esa acción: Ama a tus hijos. ¿Con que
energía, en que tiempo? ¿Qué significa amarlos?
Amarlos significa verlos como un regalo de Dios, y que están hechos con
la necesidad de tu amor más que ninguna otra cosa en el mundo. Un amor que los
guie a ser personas responsables e
integras. Un amor que los encamine a ser
ellos mismos, teniéndote como modelo, ejemplo y espejo, pero permitiéndoles
desarrollar su propia personalidad e independencia. --continuará
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