La ingenuidad de la niñez da espacio a crear y vivir
mundos de plena fantasía. Por eso, reencontrarme con los simbólicos personajes
de la tradición, fue como desempolvar añejos recuerdos de una infancia humilde,
pero sana y feliz.
La tradición de preparar algunos detalles de
bienvenida para los visitantes especiales que llegarían en la noche del Día de Reyes
marcaba nuestras ansiosas tardes en la víspera: Un pequeño ato de yerbas para
los camellos, un vaso con agua, una menta verde, ¡y en algunos casos hasta un cigarrillo! Algunas veces había también
una nota con saludos y pedidos especiales de regalos, que usualmente no eran
correspondidos con precisión. ¡Todo cuidadosamente colocado debajo de la cama,
y a dormir! Porque mantenerse despierto
evitaba que los visitantes llegaran.
A la mañana siguiente, la alegría tenía sonidos y
colores. Los pequeños salíamos a la
calle con nuestros nuevos juguetes. Los silbatos eran parte común de los
obsequios, y se dejaban escuchar en toda la vecindad.
Hey! Melchor, Gaspar, Baltazar: tengo una conversación crucial pendiente con
ustedes…
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