La falsedad se manifiesta en escenarios cada vez más amplios y sofisticados. Como siempre, el lucro suele ser el motivo detrás de las caretas de ovejas que muchos lobos utilizan. Las víctimas denuncian fraudes, robos de identidad, de cuentas bancarias y tarjetas de crédito, inversionistas criminales, mucho de todo. Se requiere estar bien alerta por que el asedio es constante y multidireccional. Pero el fenómeno no es nuevo, y la fe Cristiana no está exenta del peligro.
La
falsedad es una estrategia de Satanás para engañar y desviar de la fe, y para provocar
descrédito a la causa del evangelio. En Mateo 7:15-23, Jesús nos advierte sobre
los falsos profetas, aquellos que aparentan ser líderes espirituales pero en
realidad desvían a otros del verdadero camino. En un tiempo donde los
escándalos de liderazgo son comunes, es crucial estar alerta. No debemos ser
ingenuos, sino discernir con sabiduría. Podemos confiar, pero siempre debemos
verificar si aquellos que enseñan y guían realmente siguen a Cristo. Satanás
causa más daño cuando se infiltra en la iglesia que cuando la ataca
abiertamente desde afuera.
Jesús
nos enseña que reconoceremos a los falsos profetas no por su doctrina, sino por
sus frutos (Mateo 7:16-20). Es posible que sus enseñanzas sean correctas y que
incluso firmen declaraciones doctrinales, pero su fidelidad a Jesús es la
verdadera prueba. Un árbol saludable da buen fruto de manera natural; de la
misma forma, alguien nacido de nuevo reflejará obediencia a Cristo en su vida.
En cambio, un árbol enfermo produce fruto malo, incluso engañándose a sí mismo.
El talento, los dones y el carisma no son señales de salvación.
Jesús
no se deja engañar (Mateo 7:21-23). Muchos pueden lograr grandes cosas en su
nombre, pero si nunca han tenido una relación genuina con Él, serán rechazados.
La verdadera evidencia de la fe no está en los logros visibles, sino en una
vida transformada por la obediencia a Cristo.
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