Cuando algunos se acercaron a Jesús para preguntarle por qué sus discípulos no ayunaban (Mateo 9:14–17), Él respondió con tres imágenes: una boda, un remiendo y el vino nuevo. Su respuesta no solo contestaba la pregunta sobre el ayuno, sino que revelaba cómo es la vida de un verdadero discípulo.
Primero, Jesús comparó su presencia con una boda. ¿Quién
ayuna en medio de una celebración? Mientras Él estaba con ellos, los discípulos
no necesitaban ayunar. Él era el Novio, y su presencia era motivo de gozo. Sin
embargo, Jesús anunció que llegaría el momento en que el Novio sería quitado, y
entonces sus discípulos sí ayunarían. Aquí vemos que el ayuno no se elimina,
pero toma su lugar adecuado como parte de la vida espiritual después de la
partida de Jesús.
Luego, habló de remendar ropa vieja con tela nueva. No se
trata de mejorar lo viejo con algo nuevo, sino de reconocer que la vida con
Jesús no puede ser una mezcla: es una transformación completa. Seguir a Jesús
no es simplemente añadir prácticas religiosas, sino dejar atrás lo viejo y
recibir una nueva forma de vivir.
Por último, usó la imagen del vino nuevo en odres nuevos. La
obra de Jesús en nosotros es nueva, viva y poderosa. No cabe en moldes antiguos
ni en estructuras religiosas vacías. Necesitamos corazones renovados para
recibir lo que Él quiere hacer.
Ser discípulo de Jesús implica gozo en su presencia,
compromiso con disciplinas espirituales como el ayuno en su ausencia, y una
vida totalmente transformada por Él.
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