“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” Isaias 9:6
La Navidad nos invita a
detenernos y contemplar un regalo que transforma la historia: Dios hecho niño.
Isaías anuncia con siglos de anticipación que la esperanza no vendría con
ejércitos ni poder humano, sino en la fragilidad de un recién nacido. En Jesús,
Dios se acerca, se hace accesible, camina entre nosotros.
Cada nombre que Isaías
menciona responde a una necesidad profunda del corazón humano. Cuando no
sabemos qué decisión tomar, Él es Consejero. Cuando sentimos debilidad, Él es Dios
Fuerte. En un mundo marcado por la ausencia y el temor, Él es Padre Eterno. Y
en medio del ruido, el conflicto y la incertidumbre, Jesús se revela como el Príncipe
de Paz.
La Navidad no es solo recordar
un nacimiento, sino renovar nuestra confianza en que Dios sigue obrando hoy.
Que al celebrar esta fecha, abramos nuestro corazón para recibir no solo al
Niño en el pesebre, sino al Rey que gobierna con amor y trae paz verdadera a
nuestra vida.


