lunes, 15 de diciembre de 2025

UN REGALO DE ESPERANZA

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” Isaias 9:6

La Navidad nos invita a detenernos y contemplar un regalo que transforma la historia: Dios hecho niño. Isaías anuncia con siglos de anticipación que la esperanza no vendría con ejércitos ni poder humano, sino en la fragilidad de un recién nacido. En Jesús, Dios se acerca, se hace accesible, camina entre nosotros.

Cada nombre que Isaías menciona responde a una necesidad profunda del corazón humano. Cuando no sabemos qué decisión tomar, Él es Consejero. Cuando sentimos debilidad, Él es Dios Fuerte. En un mundo marcado por la ausencia y el temor, Él es Padre Eterno. Y en medio del ruido, el conflicto y la incertidumbre, Jesús se revela como el Príncipe de Paz.

La Navidad no es solo recordar un nacimiento, sino renovar nuestra confianza en que Dios sigue obrando hoy. Que al celebrar esta fecha, abramos nuestro corazón para recibir no solo al Niño en el pesebre, sino al Rey que gobierna con amor y trae paz verdadera a nuestra vida.


DIOS CON NOSOTROS


Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad.” --Juan 1: 14-17

La Navidad nos recuerda un misterio profundo y cercano a la vez: Dios no se quedó distante, sino que se hizo carne y vino a habitar entre nosotros. El Verbo eterno se hizo visible, tocable, cercano. En Jesús, la gloria de Dios se manifestó no con poder imponente, sino con gracia, verdad y amor.

Juan nos muestra que, en Cristo, recibimos “gracia sobre gracia”. No es una gracia limitada o pasajera, sino abundante, renovada cada día. La ley reveló el camino, pero Jesús vino a mostrarnos el corazón del Padre. Él no solo enseña la verdad; Él es la verdad vivida entre nosotros.

En Navidad celebramos que Dios eligió entrar en nuestra historia, caminar nuestras calles y comprender nuestras luchas. Su luz sigue brillando en medio de la oscuridad, recordándonos que no estamos solos. Al contemplar al Niño que vino del cielo, somos invitados a recibir de su plenitud y a vivir transformados por su gracia y su verdad.


LA LUZ QUE VINO


 La Navidad proclama que Dios ha hablado de la manera más clara y definitiva: por medio de su Hijo. Ya no solo a través de profetas, señales o promesas futuras, sino en la persona de Jesús. Él es el resplandor de la gloria de Dios y la imagen misma de su sustancia, hecho visible para nosotros.

En el pesebre vemos humildad, pero en ese Niño habita toda la grandeza de Dios. Aquel que sostiene todas las cosas con la palabra de su poder eligió entrar en nuestra historia para ofrecernos salvación. Su nacimiento anuncia que el Dios eterno se acerca para redimir, purificar y restaurar.

Celebrar la Navidad es escuchar nuevamente la voz de Dios en Jesús, reconocer su autoridad y confiar en su obra completa. Al mirar al Niño nacido en Belén, recordamos que el Rey que vino a salvarnos sigue reinando con poder y gracia hoy.