La comunicación en todas sus facetas y matices es un fenómeno muy complejo, y sin duda, infinito en términos de que es imposible encasillar esta ciencia, en formulas absolutas. En este siglo 21, con la explosión tecnológica que nos invade, y que nos permite estar simultáneamente conectados a cuanto medio masivo esté disponible, obviamente hemos dejado atrás el reinado de la imprenta, el de la súper potente radio transcontinental de Ondas cortas y el de la televisión análoga, entre otros medios que en su momento parecían ser el destino último del avance tecnológico.
La “comunicación viral” es ahora el fenómeno de nuestra cotidianidad y se caracteriza por la difusión masiva de información, sea esta intencional o no intencional; tenemos por ejemplo, el clásico email-spam, o el correo cadena que siempre tiene la manipuladora petición “reenvíalo a tus amigos o contactos”. Otro ejemplo dentro de este fenómeno son los chats y las redes sociales, recursos disponibles “todo en uno” en el celular, que ha derivado en ser mucho más que un teléfono.
Pero esta masificación de los medios y su alcance aun nos dejan con la pregunta de si más disponibilidad y acceso a la información equivale a estar mejor comunicados. Un par de anécdotas pueden ilustrar la situación:
Una pareja de padres están frente a un computador digitando el siguiente mensaje para su hijo: “Querido Juan, ¿Cómo estás? Tu madre y yo estamos bien. Te echamos de menos, por favor, apaga el computador y baja al comedor, que ya está la comida. Un beso. Papá y mamá”.
Y esta es personal: Hace algunas semanas acompañé al comunicador Arnold Enns, presidente COICOM, a una entrevista radial en un programa de difusión local, cuyo productor y presentador conozco desde hace muchos años. Al llegar recibimos un saludo amable, pero muy lejos de ser personal: de espaldas a nosotros, nuestro anfitrión nunca quitó su vista ni sus dedos de sus dos equipos celulares, donde permanentemente, aseguró, se mantiene en interacción con la audiencia. Y así sorteó hábilmente el desarrollar la entrevista bajo la misma circunstancia.
Y vemos esta realidad en cada lugar: aunque la familia o los amigos estén reunidos, no significa que estén comunicados, porque cada cual está en otra dimensión concentrado en explorar su aparato celular.
Por eso, reitero que en comunicación no hay formulas absolutas: más acceso a la información definitivamente no es igual a estar mejor comunicados. La simbiosis hombre-máquina nos ha quitado humanidad de comunicarnos mediante el contacto físico, con los gestos, con la calidez de mirar a los ojos a nuestro interlocutor, y sobre todo, el prestar atención estando conscientemente presentes en el lugar y momento en que nos hallamos, en interacción real con los que están cerca. Aunque intente transmitir emociones y sentimientos con símbolos y dígitos, me parece que la tecnología no tiene cómo resolver esa parte. Ojalá no sea tarde para rescatar la dimensión humana de la comunicación.
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