Con frustración avanzo centímetro a centímetro durante interminables minutos en el tránsito cotidiano de mi ciudad. Veo algunos conductores desesperados o que se creen más listos, que se salen de la línea y avanzan más adelante robándose parte del carril opuesto. Pienso y repienso “Si hallará una ruta más fácil para llegar”, pero cada intento ha resultado igual o peor. Me resigno y hago lo posible por hacer mi recorrido menos traumático, canto, oro, pienso... Al llegar a mi destino, doy gracias a Dios por el alivio que siento al dejar atrás el estresante y ruidoso tráfico urbano.
Entonces pienso en otras cosas que quisiera resolver sin dificultad, pero el viejo proverbio me detiene: "Si hallas un camino sin obstáculos, quizá no te lleve a ninguna parte." También se ha dicho que todo lo que realmente vale conseguirse cuesta.
En este sentido, muchas cosas pueden conseguirse; por ejemplo: gozar de buena salud tiene un precio- el alcanzar una buena educación demanda sus esfuerzos - el conseguir propiedades, igualmente. Pero, "Las cosas más importantes de la vida no son cosas."
El precio de la salvación eterna del alma, fue pagado por el Señor Jesucristo al morir en la cruz del calvario; pero después que uno le acepta como salvador personal, hay un precio que pagar para ser un buen cristiano. Cristo dijo: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que hallan." (Mateo 7:13:14). Este camino, Jesucristo Mismo, le lleva al cielo. Como dice la vieja canción “Es difícil llegar pero yo voy de camino.”
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