"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


miércoles, 3 de noviembre de 2010

DEJANDO ATRAS EL DESIERTO

Desierto Sahara, Africa.

El avión de KLM que me transportaba desde Amsterdam a Ciudad del Cabo, “descendía”  verticalmente  de Norte a Sur atravesando el continente africano. Apenas habían pasado unas dos horas (de las doce que nos separaban de nuestro destino).  Fue entonces cuando empecé a mirar por la ventanilla y descubrí aquel desierto interminable. Forzaba mi vista para ver si hallaba algo particular, pero a esa altura, solo una que otra sombra  evidenciaba la presencia de alguna comunidad o algún elemento propio de la geografía. Por horas y horas, en una nave que viaja a un promedio de mil kilómetros por hora, solo vi aquel manto amarillento, vacío y seco.
Así  como esa inmensa zona, a veces nuestro caminar se limita a deambular entre la nada, sin poder distinguir hacia dónde nos llevan nuestros pasos, sin sentido de dirección, sin un lugar donde descansar, si un lugar donde refugiarnos, sin un lugar donde protegernos del clima, sin un espacio donde escondernos ante el peligro. ¿Cómo se puede vivir y sobrevivir en un desierto?  Tal vez se puede, pero ¿es eso vivir?
En algún momento el panorama allá abajo empezó a cambiar, y mis ojos descansaron de aquella sequedad y hastío, empecé a notar verdor intenso y supe, que el desierto empezaba a quedar atrás, como debe quedar atrás la sed, el vacío, el silencio y la soledad de un alma atrapada en el desierto del espíritu. En el desierto, sobrevivir es de por sí una victoria, pero hay que ir adelante hacia las aguas abundantes, la tierra fértil, a la música y color de la vida.

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