Cuando las empresas reclutan y seleccionan personal lo hacen buscando soluciones, no complicaciones. Lamentablemente en el proceso suelen presentarse casos en los cuales el empleado provoca más pérdidas que beneficios no solo en términos de desempeño, sino en generación de conflictos que requieren tiempo y energías que debían emplearse en producir. Y he usado la palabra provocar muy a propósito.
¿Será posible que una persona que necesita un empleo, después de obtenerlo no lo valore, y en consecuencia sus acciones y reacciones den a gritos el meta-mensaje de “despídanme” “cancélenme”? Sí, sí es posible. ¿Razones?
Inmadurez para manejarse en el plano profesional.
Gente que piensa que si renuncian pierden prestaciones, y obligan al empleador a tomar la decisión. Pero se están tronchando su futuro quienes proceden de tal forma, ya que el mercado laboral es cada vez más celoso en verificar las referencias de las personas. Seguro que no será un buen punto en su historial.
Falta de cultura laboral, es decir, incapacidad de adaptarse un esquema en el que hay normas, códigos de conducta y relaciones humanas que respetar. La falta de cultura laboral también implica actitudes de vagancia y ociosidad, propias de personas que no han comprendido que hay un nivel de esfuerzo y de entrega que hay que aportar y a eso es a lo que nos obliga un contrato de trabajo.
Inconformidad con las compensaciones, pero con la poca sabiduría de manifestarlo de forma adecuada.
De parte del empleador puede haber acciones que refuercen las acciones impropias del empleado, cuando las normas no están claras, o si lo están sus consecuencias no se aplican oportunamente.
Un factor importante es el clima laboral que se crea en torno a estas situaciones, que requieren, dependiendo de su relevancia, una intervención que puede ir desde el simple despido de la persona conflictiva, hasta una reingeniería, en la que de golpe y porrazo se elimine un foco de riesgo organizacional, cuando la situación va contaminando a más de uno en detrimento de las operaciones y buen funcionamiento de un equipo de trabajo.
Como cuando se descubre un cáncer, hay que extirparlo y aplicar un caro y delicado tratamiento para garantizar la vida, así es necesario hacer para garantizar la buena marcha de una institución.
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