Ante un plato de Ceviche mixto
Esperando a ver el vuelo de los parapentes, que esa tarde no llegaron.
Me habían contado que la ciudad siempre luce gris, y que la lluvia nunca la visita. Aun en el avión, una densa nubosidad me impedía ver cosa alguna hacia abajo. Me sorprendería un par de días después, que un sol candente de mediodía besaba mi rostro.
¡Cómo se esfuerzan los limeños en mantener impecables jardines a todo lo largo de las principales avenidas! Una caminata hasta el malecón verde, esfuerzo humano por compensar una costa baldía y transformarla en un boulevard digno de visitar.
Una cocina extraordinaria, con una diversidad de platos del mar, cautivó mi paladar durante una semana. Un pequeño hotel boutique (Grand Faraona) donde si bien los servicios son de calidad, su mayor fortaleza es la calidad de las personas que sirven, con un derroche de amabilidad y altura.
Un rato bohemio con el pianista del hotel me transportò a una dimensión sepultada de las viejas canciones harto repetidas en el tocadiscos de mi padre durante mis años de infancia.
Un rato bohemio con el pianista del hotel me transportò a una dimensión sepultada de las viejas canciones harto repetidas en el tocadiscos de mi padre durante mis años de infancia.
Charlas y compartir con nuevos amigos, horas intensas de trabajo en equipo, paseos nocturnos a disfrutar de un café, de un plato de ceviche, de un extraordinario espectáculo de fuentes de aguas combinadas con audiovisuales, y saborear el folclor de las danzas indígenas.
Y el otro lado de la moneda. Caminar frenéticamente dentro de Gamarra, en una temeraria visita de compras abrumada, apretujada y algo fóbica entre una multitud que surgía en oleadas de todas partes. Y luego, el laberinto interminable de Polvos Azules. (otro centro comercial con incontables mercancias de todo tipo).
Y el otro lado de la moneda, escuchar niñas mendigando dinero, que me siguieron por más de dos cuadras, en una súplica histriónica, ensayada a la que no cedí. Entendí un poco el pedido que hace el supermercado Metro, “No más niños y niñas trabajando, los queremos estudiando”.
Dejé Lima con el dulce bienestar de haberme sentido acogida, con hospitalidad y calidez. Subimos a las nubes, y todo pareció borrarse de repente. Pero ahí debajo, ahí queda, con su intenso tránsito y su agitada cotidianidad. ¡Hasta siempre Lima!
muy buen reportje de lima me impacto
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