Ya
que hoy día se pondera el otorgar el nobel de literatura a un cantautor, me
atrevo a pensar que en caso de que se
incluyera darlo póstumamente, pudiéramos nominar al David de la Biblia.
Y
es que el polifacético personaje (pastor de ovejas, soldado, monarca) también fue
músico y poeta. Cada experiencia de su vida está plasmada en versos que revelan
sus intensas emociones, sus luchas, derrotas y victorias, así como los momentos
de plenitud, contemplación e intimidad con el Dios verdadero.
La
antología poética de David es un legado
que hoy enriquece nuestra vida espiritual. Sus versos podemos cantarlos, recitarlos como
una oración, declamarlos, o simplemente, usarlos como el espejo en que
identificamos nuestras propias vivencias. Para muestra, le sugiero ver los siguientes
tres salmos.
En
el salmo 7, David reacciona ante acusaciones calumniosas que podrían dañar su
reputación. Sus estrofas nos hacen notar la sorpresa, el aturdimiento, la
indignación, la perplejidad que la situación le causó, al grado de considerar a
sus acusadores como fieras despiadadas capaces de destrozar su alma. Pero en medio de la intranquilidad, pone su
confianza en el Juez divino, ante el cual apela a su inocencia y pide que el
Supremo sea quien juzgue su causa.
En
el salmo 18, David reconoce la protección que durante toda su vida recibió del
altísimo, cuando perseguido o en medio de cruenta batalla, Dios fue su roca,
fortaleza escudo y alto refugio.
En
el salmo 19, dejando a un lado la agitación de las ocupaciones, supo detenerse
a leer la revelación de Dios en su extraordinaria creación, e inspirado
escribir que “los cielos cuentan la gloria de Dios”. En el mismo poema, exalta
la trascendencia de la revelación escrita de Dios, Su Palabra, para que el ser
humano cuente con toda la plenitud del conocimiento del creador.
En
todos y cada uno de los poemas de David, independientemente de las
circunstancias que le dan origen, hay un eje transversal, y es la alabanza y
adoración que definieron a David como un hombre conforme al corazón de Dios.
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