Ayer me parece haber visto y oído al Joven Rico. No sé si
tiene dinero o no, pero la fortuna que declara es invaluable: ha heredado los
valores y principios de una familia honorable.
Educado, inteligente, brillante, una promesa para la
sociedad. Su corazón inquieto busca la aprobación
de Dios, como en su momento buscó la de su ejemplar padre. Conoce la Sagrada Escritura
y la reconoce como Palabra de Dios.
Se acerca a Jesús, quien al verlo, lo ama. (¿Cómo no amar
a esta joya de ser humano, prototipo del primer Adán antes de la caída,
impecable, agradable, bien portado?)
Pero le queda un desafío, le falta una cosa… “Deja
todo y sígueme”.
El joven estaba frente a la verdad hecha persona (Jesús),
y ante la disyuntiva de aceptarla.
¿Y
entonces qué?
Ciertamente, es humano dar la espalda a la verdad. Jesús espera que esta vez, el desenlace sea distinto y el joven acepte el reto de su llamado.
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