Confieso
que hay lecciones bíblicas que son reiteradamente un desafío para mí:
- Siempre he sido Marta en vez de María[i]. No estaré tranquila ni dispuesta a sentarme mientras haya tareas pendientes, y por supuesto, eso implica stress, sumado a las quejas y reproches hacia los que “tomaron la mejor parte y no les será quitada”. Creo que algunos se escudan en eso para no involucrarse en lo mucho que hay que hacer. Pero concluyo: “Si tú lo dices, Señor, no se hable más, seguiré con mis afanes, María, pásala bien”.
- Difícil que pida algo más de 2 veces, especialmente favores o ayuda. Ese modelo de la viuda y el juez injusto[ii], va contra mi crianza de evitar la humillación de obtener un absurdo no por respuesta (Aunque sepa escuchar y aceptar un no cuando es sensato), o, como en el caso de la historia, obtener una respuesta de mala gana, por hacerse uno un fastidioso. Concluyo: “Si tú lo dices, Señor, no se hable más. Puedes agregar un mandamiento no. 11 ¡No molestarás! Buscaré como resolver sin molestar la paciencia de alguien más.”
Cualquier
rato el eterno me llamará a consulta para darme “Sus conclusiones” y tal vez al hacerlo él cite a alguno de sus aventajados
teólogos que dicen: “Un texto fuera de
contexto, es un pretexto”.
EXCELENTES REFLEXIONES, SIN MÁS NI MÁS.
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