“Cuando haya sangre en las calles,
compra propiedades” expresión atribuida al Barón de Rothschild, y
acuñada por aventajados hombres de negocios a lo largo de décadas. Al parecer esta estrategia de negocios ya era
harto practicada aun en tiempos bíblicos.
En la historia de Nehemías, se cuenta que el pueblo judío había sufrido ataques despiadados por naciones
enemigas, la ciudad estaba en ruinas, y la gente estaba desmoralizada hasta que
Nehemías llegó y emprendió la enorme tarea de levantar los muros y restaurar
las puertas. Hay un punto en la narración en que el líder y su equipo han
superado muchos desafíos: burlas, descalificaciones, trampas y amenazas de
enemigos declarados.
Pero
Nehemías recibiría quejas de problemas internos de relación sumamente graves,
que podrían dar al traste con todos los esfuerzos hasta ahora realizados.
Resulta
que (por causa de las devastaciones que por tanto tiempo habían sufrido),
muchos judíos se habían endeudado y sobre-endeudado hasta más no poder. Sus
propiedades, sus recursos e incluso sus hijos ya habían caído en manos de los prestamistas usureros,
que eran nada más y nada menos que sus propios conciudadanos. ¡Resulta que tomaban dinero prestado hasta
para pagar impuestos!
Los
que estaban a tiempo completo apoyando la reconstrucción del muro, ni siquiera podían
contar con labrar las pocas tierras que tuvieran en su poder, por tanto, además
de la crisis financiera, se produjo una crisis alimentaria. Entonces, los ya
empobrecidos individuos estaban
agobiados y sin anclas. Y acuden al líder, con la esperanza que, también en
este asunto, Nehemías pudiera ser el canal de solución.
¿Ha
visto usted a un líder enojado? Yo lo he visto, y es intimidante, sobre todo
porque debe ser inusual. Nehemías se enojó
enormemente con esta información. Y es que la usura estaba terminantemente
prohibida en la ley judía, y seguro le habrá parecido grotesco e inaceptable
que los judíos ricos se aprovecharan de la crisis para apropiarse de los bienes
de sus prójimos, y peor todavía, usar la práctica ajena a su cultura de tomar
como esclavos a los hijos de sus vecinos cuando una deuda resultaba impagable.
El
enojo es un buen síntoma de que un líder no es indiferente ante la inequidad y
a la injusticia. Recodemos la justa indignación de Jesús ante aquellos que
transformaron el templo en un mercado (de paso creo que ahora debe estar más
indignado que nunca).
A pesar
de su enorme ira, Nehemías enseguida nos
cuenta que se detuvo a meditar el asunto. Y luego reprendió a los
opresores, realizó una asamblea, en la
que, en vez acusar preguntó si era cierto que le cobraban usura a sus vecinos. Puso su experiencia personal de cómo había gastado
de sus propios recursos para rescatar hijos esclavizados por acreedores extranjeros,
pero que no podía concebir que entonces esta práctica también se presentara
entre ellos como hermanos.
Solicitó
encarecidamente que las propiedades fueran devueltas y condonados todos los intereses.
El liderazgo servicial y el ejemplo positivo de Nehemías, le sirvieron para
obtener una respuesta de obediencia y reconciliación entre aquellos hermanos en
conflicto. Asumieron regresar a los principios muy claros establecidos en la
ley de Dios que protegían a aquellos en dificultad financiera.
Luego,
como en tiempo de austeridad se requiere
disciplina, Nehemías también trazó el
ejemplo renunciando a los honorarios y privilegios que su posición conllevaba,
de manera que los tributos que los pobres debían pagar para sostener aquella
estructura de gobierno, no fueran un obstáculo para sanar a una sociedad
lastimada, empobrecida y fatigada, que apenas empezaba a vislumbrar la
esperanza de resurgir.
Gthompson
29-7-12