Costa de Santo Domingo vista desde el Acuario Nacional. |
“El
mismísimo, eso sí, el inmenso irrepetible,
el
mar alzado en vuelo, lentitud del lastimado,
alas
que no pueden los azules levantar.
Un
pájaro, ese, cautivo,
tal
vez, me lo pregunto,
en
su líquida y revuelta enredadera de sal.
Amarrado,
puede ser,
a
la estela del aire y los pasos de sol,
en
la suave traslación reposada del disfrute.
El
mismísimo, el adorado en yodo
con
la luna colgada en la quilla de su rostro,
el
que riega las arenas para el toque de tus pies.
El
mar tuyo, el mar nuestro,
el
de los acantilados feroces y las playas de luz,
el
de las bolitas de queso crujiente,
calamares
en su tinta,
vodka
tónica con chapas de limón.
El
mar, eso sí, el de tu mirada de ámbar en la tarde de ayer,
el
de la voz que dijo,
mi
niña, no te vayas a mover del horizonte,
quieta,
ahí no más”
JOSE MARMOL.
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