Hace 5 o 6 años que le compré los primeros libros… bajo el candente sol mañanero de un domingo, al detenerse mi automóvil en la intersección de aquellas avenidas, es frecuente que me aborden vendedores de periódicos, tarjetas y accesorios de teléfono, frutas y chucherías. Pero él tiene la exclusividad de ser el vendedor de libros.
Lo he visto enflaquecer, desmejorarse. He visto su ropaje agrandarse mientras él se diluye dentro. Los libros en su hombro como cada vez. Antes me reconocía de lejos e intentaba siempre que repitiera el gesto de comprarle algo; hoy pasa por mi lado en su patética procesión y lo siento ajeno, y no parece ya distinguir silueta alguna.
Muchos presagian la inminente muerte del libro. Las librerías cierran una a una sus puertas olvidadas de la gracia de esta generación y mi amigo el vendedor de libros parece diluirse a la par. Me asusta su semblante, su pérdida de peso y su abundante barba. Hoy, me propuse que llevaré conmigo algo de dinero la próxima semana, para comprarle un libro, pues temo que pronto solo me encontraré con su sombra, y luego con su recuerdo.
(Foto: buenalectura.wordpress.com)
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