El joven de 30 años camina con pisadas firmes en dirección al rio. A medida que se acerca escucha con mayor
claridad al excéntrico predicador que
está anunciando un reino distinto y
predicando el arrepentimiento.
Juan el Bautista, dice no ser el
mesías, sino uno que es la voz que clama
en el desierto, allanándole el camino al
verdadero. Vestido con piel de camello, está dentro del agua a poca distancia
de la orilla, la suficiente para que los seguidores convencidos entren a las
aguas y sean bautizados.
Entonces lo ve: Se trata de Jesús
quien viene hacia él con la intención de ser bautizado. ¿Por qué? Se pregunta
Juan, y nos preguntamos nosotros. Entiendo que esa era su forma de cumplir toda
justicia. Era su manera de comenzar a identificarse con los pecadores y dar el
ejemplo. Por eso, los creyentes, con el
bautismo nos identificamos con nuestro salvador en su muerte, sepultura y resurrección.
Cuando Jesús es sumergido y
levantado del agua, algo espectacular ocurre; el evangelio dice: “Tan pronto como Jesús salió del agua, vio
que el cielo se rasgaba y que el Espíritu Santo bajaba sobre él como una
paloma. Entonces vino una voz del cielo que decía: «Este es mi hijo amado con
quien estoy muy contento».[i]
La aprobación y validación de un
padre satisfecho, creo que es la expectativa que muchos hijos aspiran tener
como vivencia. Usualmente se produce cuando el vínculo de padre-hijo es
doblemente virtuoso: Un hijo obediente con un padre amoroso y dedicado.
En otro momento registrado en el
evangelio: “Muy temprano, cuando todavía
estaba oscuro, Jesús se levantó y fue a un lugar solitario para orar. Luego
Simón y los otros que estaban con él salieron a buscar a Jesús. Cuando lo
encontraron, le dijeron:
—Todos te están buscando.
Jesús les respondió:
—Vámonos a otros pueblos para que yo pueda anunciar el mensaje también
allá. Para eso he venido.” [ii]
Generalmente tenemos mucho que
hacer y quizá nos falte sabiduría para poner en orden nuestras prioridades.
Pedro le dice “Todos te están buscando”. ¿No se ha sentido usted esa ansiedad,
de que muchos le buscan y demandan mucho de su persona? Así vivimos hoy, con la
presión que atenta impedir estar a solas con Dios. Saber detenerse y buscar dirección
de Dios es indispensable. Jesús nos modela la necesidad de oración, y
estableció esto como prioridad, sin permitir que su agenda la dictara la gente,
y sin perder de vista su determinación de cumplir el propósito de anunciar el
evangelio.
Buscar y obtener la aprobación de
Dios, así como pasar tiempo en oración, le da un nuevo sentido de dirección y
significado a la vida.
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