Paseando entre los anaqueles de una librería, me detengo
ante los títulos más vendidos. Los
temas: éxito, poder, inteligencia emocional, búsqueda del sentido de la vida,
autoayuda.
El incremento y
demanda de las publicaciones sobre superación personal es un indicio de la intención de las
personas por ser mejores o al menos
sentirse bien consigo mismas. Esto es positivo y legítimo. Sin embargo, los
esfuerzos humanos también han demostrado ser limitados, y no siempre efectivos.
La confianza en sí mismo y en el poder interior, es un discurso bonito, pero,
¿es suficiente?.
Parece ser que se necesita algo más profundo que una
disposición a cambiar. Pablo, autor de la carta a los Romanos en la Biblia, nos
muestra la esencia del verdadero cambio: la transformación. Este proceso inicia
con una entrega personal, voluntaria y sin reservas de nosotros mismos a Dios.
Antes, Dios
aceptaba sacrificios de animales muertos, a quien buscaba perdón. Eso ya no
tiene sentido gracias al supremo sacrificio de Cristo. Hoy la invitación es a” ofrecernos en
Sacrificio vivo”.
Entonces, se produce la metamorfosis, el cambio trascendente, la renovación del
entendimiento, que a su vez es fruto de nuestra exposición a la Palabra de
Dios. Una mente renovada, saturada y
controlada por la Palabra, entra en la fase de la comprobación de la voluntad
de Dios.
Esta metamorfosis, algunos la asemejan a la
transfiguración de Jesús, cuando Cristo
manifestó brevemente su naturaleza divina interior y su gloria. Así el
creyente puede manifestar con su
conducta externa, que su naturaleza interior ha sido transformada.
Más
que superación, debemos procurar transformación.
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