Si
nos preguntamos qué problema hay con
Dios para que las personas lo rechacen,
podríamos responder que el problema está en la gente y no en Dios. Hay una semilla de rebelión y orgullo en el ser humano.
El fenómeno es más grave aun cuando se trata de personas que han experimentado comunión con el Dios verdadero y luego se alejan de él.
En
Jeremías capítulo 2 hallamos a Dios haciendo un recuento de las abundantes bendiciones
que había prodigado a su pueblo, y estos, cuando estaban en su mejor momento,
se apartaron para servir y adorar ídolos. Dios les reclama haberlo dejado para
construirse cisternas rotas.
La
sociedad contemporánea va igual, pues hay naciones y personas que están
poniendo a Dios a un lado, sustituyéndole por sus propias“cisternas”.
La
sed espiritual por la carencia que produce la ausencia de Dios, nos lleva a
buscar nuestra propia provisión particular de “agua”. Todo lo que ocupe el lugar de Dios en nuestra
vida puede considerarse un ídolo, y consecuentemente, una cisterna rota: fama,
riqueza material, carreras profesionales, religiones, drogas, alcohol y hasta
relaciones sentimentales, pueden ser las cisternas en las cuales pretendemos
saciarnos. Al final, nos damos cuenta de
que no nos dan la satisfacción que necesitamos; al contrario, pueden hundirnos más en la
sequedad y vacío existencial.
Dios
mantiene abierta la invitación a regresar a él, para obtener verdadera
satisfacción. Podemos contar con que hará realidad sus promesas de salvación para los que obedecen su llamado a vivir en
justicia y rectitud.
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