Yo
no soy pastora ni hija de pastores para juzgar congregación alguna. Ni soy
doctora ni hija de doctores para hacer diagnósticos sobre el estado de salud de
ni de la gente ni de una congregación. Pero 33 años en el evangelio, habiendo
servido en múltiples áreas, desde dar clasecitas de patio, evangelizar tocando
de puerta en puerta, enseñar en la Escuela Dominical, y participar de cultos en
incontables iglesias de diversas denominaciones y en varios países a los largo
de estos años, me sirven de argumento para testificar de lo que he visto y oído.
Y entre las cosas que he visto y oído, mas espero que no nos suceda a nosotros,
pienso en esta, que cito del libro SEMBREMOS IGLESIAS SALUDABLES:
“Es
un hecho conocido que muchos movimientos comienzan con entusiasmo y vigor, pero
se van institucionalizando y pierden la visión y el espíritu de sacrificio que tenían
al principio. Comienzan como un MOVIMIENTO, lleno de iniciativa y espíritu
misional. Luego organizan todos los aspectos del trabajo y forman una MAQUINA,
que bien engrasada logra mayores resultados conservando el espíritu inicial.
En
cierto momento la institucionalización lleva a la organización a mirar hacia
adentro y depender del pasado y se forma como un espíritu de tradicionalismo al
estilo MONUMENTO. En esta etapa la organización gasta la totalidad de sus
recursos en mantenerse ella misma. A la postre, como tantas catedrales
europeas, termina siendo un MUSEO.”
Está claro que la iglesia es la gente, no el edificio. Pero los edificios que otrora fueron espacios de adoración y proclamación, y hoy distan que serlo, son un triste reflejo de retroceso espiritual. Pena de la vida.
Está claro que la iglesia es la gente, no el edificio. Pero los edificios que otrora fueron espacios de adoración y proclamación, y hoy distan que serlo, son un triste reflejo de retroceso espiritual. Pena de la vida.
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