En
una oportunidad, al encontrarnos en un evento internacional en Sudáfrica, le
pregunté a uno de los lideres principales de la institución en que trabajaba (quien para entonces residía en Asia) porqué
nunca nos había visitado en Latinoamérica. El hermano sonrió y con cortesía,
como para que no me sintiera abochornada, me dijo: “Que yo recuerde, nunca he
sido invitado”.
Así
muchos sienten la ausencia de Dios en sus vidas y se preguntan por qué. Ann
Graham dijo una vez que Dios es un caballero y por tanto, espera nuestra
invitación para tener parte en nuestras vidas.
David,
en el salmo 101 celebra la bondad y la justicia de Dios con cánticos, pero a la
vez, en el verso 2 dice, y lo cito varias versiones:
“¿Cuándo
vendrás a visitarme?
“¿Cuándo
me visitarás?
“¿Cuándo
vendrás en mi ayuda?
“¿Cuando
vengas a mi”
“¿Cuándo
vendrás, Señor a mí?
Hermoso
¿no es cierto? Es como una cordial invitación, es como decirle: Señor: ¡deseo
tanto recibirte!, darte la bienvenida; las puertas están abiertas para cuando
quieras. Estoy esperándote con ansiedad. ¿Cuándo puedes venir? ¿A qué hora?
Yo
necesito las visitas del Señor en muchos sentidos, y por muchas razones. Permanentemente le reitero la invitación. ¡Lo he visto llegar tan
oportunamente!
¿Y usted? ¿Quiere que el Señor le visite con sabiduría, con paz,
con salud, con respuestas a los anhelos de su corazón? Dígaselo: Señor, ven a
visitarme.
Y
mientras lo espera, cante de su misericordia, de su justicia, viva en
integridad, en humildad, en honestidad y haciendo causa común con los que
también claman por la ayuda del Señor. Estoy segura que a Dios le agrada
recibir nuestras invitaciones.
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