Hace más de dos mil años, Jesús se paró frente a un grupo de personas
en una sinagoga y leyó algo que siglos antes el profeta Isaías había escrito de él:
“El Espíritu del señor esta sobre mí,
y me ha consagrado,
para llevar las buenas noticias a los pobres;
me ha enviado
a anunciar libertad a los presos
y dar vista a
los ciegos.
A poner en
libertad a los oprimidos
a anunciar el
año favorable del señor”[1]
¿Cuál es la libertad que cristo ofrece?
Simplemente es la libertad de ser lo que Dios quería que fuésemos
cuando nos creó. Esa libertad ha sido estropeada por una variedad de fuerzas,
pero más profundamente por el pecado, el cual ha puesto grillos y cadenas en
toda nuestra vida.
¡Yo no! Diría usted. Esto fue justamente lo que dijeron los judíos
cuando Jesús les ofreció por primera vez su libertad.[2]
Ellos estaban todavía usando máscaras de religiosidad, y Jesús gentilmente les
quito las máscaras y les dijo: cualquiera que hace pecado, esclavo es del
pecado. Esto es cierto y deprimente.
Y es por eso que todos hemos usado máscaras, para tapar lo que está debajo. Sin embargo Jesús continuó
hablando y dijo: “ Si el hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres”. Esta verdad es maravillosamente
liberadora, verse libre al fin del temor, ya no tener que huir, ni usar máscaras,
ni fingir libertad, ser verdaderamente libre en Cristo.
La libertad cristiana rescata al hombre de la paralizante sensación de
culpa. Dios ya ha liquidado nuestra culpa, con la muerte de Jesús en la cruz.
La libertad cristiana, redime al hombre de ser dominado por lo que los
demás piensan o esperan de él. Esa persona está libre para ser él mismo, el ser
que Dios hizo, tal como es.
La libertad cristiana emancipa a la persona de la constante derrota
que le causan sus malos hábitos y sus imperfecciones.
La libertad cristiana significa que podemos hablar honestamente con
otras personas acerca de nuestras fallas, sabiendo que ellos padecen de lo
mismo y nosotros hemos sido aceptados por Dios a pesar de ellas.
La libertad cristiana nos exonera de toda servidumbre, reglas viejas y
nuevas cargadas de legalismo infructuoso.
Todos podemos lograr esta bendita libertad, porque la oferta de Jesús
sigue en pie: “Si el hijo del hombre os libertare, seréis verdaderamente libres”.
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