Era un hermoso día de verano en la playa de un exclusivo complejo hotelero. Una mujer se hallaba sola, absorta en la lectura de un libro, recostada en una de las cómodas sillas Chaise Lounge, mientras las olas del mar se acercaban y alejaban en su vaivén.
Mientras tanto, una numerosa familia se acerca, adultos y niños, con globos, bolsas de regalo y una caja con un pastel. Se empiezan a acomodar alrededor de la mujer, quien parece no perturbarse por la súbita ocupación del entorno. Una de las señoras del grupo, en avanzado estado de embarazo, se aproxima a la mujer y con tono amigable le pide a la señora que, si le puede hacer el favor de ocupar un lugar un poquito más distante, de modo que su grupo familiar pueda acomodarse sin perturbarla.
La primera mujer, sin inmutarse, dice que no con la cabeza, y la otra le pregunta:
--¿Perdón? ¿Quiere decir que no?
--Así es, estoy diciendo no, no tengo la disposición de moverme de aquí.
Visiblemente molesta, la embarazada se aleja verbalizando en voz alta ¿Qué es lo que le pasa a la gente?
Pero, minutos después regresa, con un trozo de pastel en un platillo y se lo ofrece a la primera. Nueva vez se acerca con amabilidad y una sonrisa:
--Es mi cumpleaños!
A partir de entonces, la actitud de la primera mujer cambia, entablan una ligera conversación y el primer impasse queda superado. La actitud de la cumpleañera le ayudó a que nada negativo empañara lo que para ella era un momento muy significativo. La Biblia dice que hay que cazar las zorras pequeñas, porque son las que hacen perder las viñas (Cantares 2.15)
Es que a veces, si reaccionamos en correspondencia a lo negativo que recibimos de los demás, estamos actuando de la misma manera, acumularemos muchas amarguras y frustraciones. Se necesita gracia de Dios para superar cualquier hilo de orgullo que nos impulse a devolver mal por mal.
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