El Salmo 19, un hermoso
cántico de David, nos invita a contemplar la gloria de Dios manifestada en Su
creación y a saborear la frescura de Su Palabra cada día. En este salmo, David
describe cómo los cielos declaran la gloria de Dios, y cómo Su Palabra escrita,
a través de la ley, los preceptos y los mandamientos, nos guía hacia una vida
plena.
La Palabra de Dios no
es solo un conjunto de reglas, es una fuente de renovación y sabiduría. Al
leerla, nuestra alma se renueva, y quienes son sencillos reciben entendimiento.
La alegría que infunde en el corazón es incomparable, y su pureza ilumina nuestros
ojos, brindándonos claridad en medio de la oscuridad.
Además, nos despierta
un profundo respeto hacia el Señor, recordándonos la ventaja de temerle. Nos
arraiga en la verdad, alejándonos de la confusión del mundo, y nos advierte de
las consecuencias del pecado. Sin embargo, no solo nos previene, sino que también
promete grandes recompensas a quienes guardan sus enseñanzas con fidelidad.
La Palabra es como un
espejo que expone nuestros pecados, revelando nuestra necesidad de redención.
Pero en ese mismo reflejo encontramos la provisión de Dios para nuestra
salvación: Jesús, la Palabra hecha carne, quien nos ofrece el camino a una vida
eterna.
Así que, deleitémonos
en la Palabra de Dios cada día. En ella encontramos dirección, consuelo, y la
revelación del amor de Dios a través de Jesucristo. Al meditar en sus
enseñanzas, descubrimos la frescura de Su presencia y la esperanza de Su
promesa.
Amén!!! Qué bendición!!!
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