"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


lunes, 30 de marzo de 2009

ESPIRITU DE COMPASION



Dios dio una orden al profeta Joel:
“Tocad trompeta en Sion, y dad alarma en mi santo monte; tiemblen
todos los moradores de la tierra, porque viene el día de Jehová, porque
está cercano” — Joel. 2: 1.

Nosotros también hemos recibido la orden de dar la voz de alarma a los
perdidos porque el día de Jehová está cercano. ¿Usamos nuestras “trompetas”
para alertar a las almas? ¿O las tenemos guardadas, casi perjudicadas por los
óxidos de este mundo?

1. Porque faltan misioneros

La comisión dada por nuestro Señor, que nos manda ser testigos en Jerusalén,
Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra, está lejos de haber sido
totalmente cumplida. Recientes datos estadísticos nos señalan que la población
de nuestro continente está creciendo dos y tres veces más rápido que la del
resto del mundo.
La tarea de anunciar el evangelio a estas multitudes es y será inmensa. ¿Irán
las almas al tormento eterno porque no hubo alguien que les anunciase el
mensaje de salvación?

2. Porque los campos están blancos

Muchos siglos de fiel testimonio evangélico han preparado la cosecha de hoy.
El esfuerzo de los que nos precedieron no ha sido en vano. Hubo un tiempo
para la siembra. Ha llegado el tiempo de cosechar. Hay millones esperando a
los segadores. Compadezcámonos hoy por los que esperan el mensaje y
entremos a la obra.
Nunca tal vez como hasta ahora hemos sabido tanto sobre misiones. Libros y
revistas nos mantienen informados acerca de la situación del mundo y de los
miles de campos no atendidos. Hay recursos económicos y medios modernos
de transporte para llegar hasta las poblaciones atestadas de hombres, mujeres y
niños que nunca han oído nada de Cristo. Sólo un profundo sentido de
compasión por tantos lugares vacíos hará que nos esforcemos por ocupar el
lugar que nos corresponde en la obra del Señor.

3. Por las almas que se pierden

Frecuentemente pareciera que los cristianos creyésemos que el mundo exterior
no existe; daría la impresión de que vivir la vida nueva que Cristo nos dio
fuese mantener la “costumbre” de leer la Biblia, orar, asistir y contribuir con
nuestros bienes a la iglesia. Vivimos cómodamente la vida cotidiana, sin
reaccionar ante el clamor de las almas que se van a la eternidad sin Cristo.
¿Cuántas almas estarán escritas en el “libro de la vida” porque nosotros les
contamos lo que Dios había hecho en nuestras vidas y les invitamos a pasar
por la misma experiencia? Son las almas de nuestros familiares, amigos,
vecinos las que debemos tratar de ganar; son los habitantes de los hogares que
rodean nuestras iglesias, los conglomerados humanos que proliferan por todas
partes; son las posibilidades innumerables que se ofrecen de testificar cuando
comprendemos que Dios quiere y desea impulsarnos con su Espíritu para ganar
las almas.

(Tomado del devocionario "En tu Espiritu" por Martha De Dergarabedian)

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