Cuentan que Winston Churchill fue invitado a su colegio después de la Segunda Guerra Mundial para que contase el secreto de su éxito. El auditorio estaba repleto y había una gran expectativa por su discurso. Al empezar, sacó una hoja y dijo: “Nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca te des por vencido”. Hizo una pausa, guardó el papel y tomó asiento. Por unos segundos el auditorio, desconcertado, se mantuvo en silencio, pero luego vino una tremenda ovación. Churchill transmitió el verdadero secreto de su éxito: la perseverancia.
Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano. 1 Corintios 15:58 (Nueva Versión Internacional)
Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte. Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos.
No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. Filipenses 3:10-14 (Nueva Versión Internacional)
Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano. 1 Corintios 15:58 (Nueva Versión Internacional)
Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte. Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos.
No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. Filipenses 3:10-14 (Nueva Versión Internacional)
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