DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER
El siglo XX trajo consigo muchas revoluciones progresistas en todos los niveles: político, económico, científico, social, religioso…
En el plano social, la mujer, que hasta el momento ha sido víctima de discriminación y marginación, comienza a abrirse paso hacia nuevas esferas a las que nunca antes tuvo acceso. Empieza la lucha por mejores condiciones de vida, por mejores oportunidades de desarrollo.
Esta lucha en muchos casos ha llegado al extremo de la formación de organizaciones que radicalmente exigen cambios sociales; algunos grupos, a nuestro parecer, han desvirtuado la esencia de lo que verdaderamente es la reivindicación de la mujer.
La esencia de la lucha del sexo femenino es que se respete a la mujer, que se le permita ejercer sus deberes y derechos adecuadamente, sin limitaciones infundadas ni discriminación. Tendríamos una sociedad más digna. Me siento contrariada que aun en el acto de atrincherarnos con pancartas a reclamar derechos y publicar listas de derechos a exigir, estamos validando las diferencias hombre –mujer y dando (nosotras) a los hombres la prerrogativa de ceder o no ceder a los mismos.
Indudablemente la lucha feminista ha logrado y puede continuar alcanzando muchos de sus objetivos, pero hay situaciones y condiciones fuera del plano legal y social, quizás, en las que la lucha de la mujer es igualmente importante, y más que importante, necesaria.
Hay que celebrar los logros de algunas organizaciones que han obtenido que muchos gobiernos legislen a favor de la mujer, sin dejar de entender que en las denominadas causas feministas se han mezclado las más diversas causas e intereses. El hecho de ser mujer no quiere decir que apoye o sustente todo el plan de lucha de dichos movimientos. Mas bien, como aconseja el Apóstol en la Biblia es necesario escudriñarlo todo y retener lo bueno.
Muchas de nosotras, (y quizá no lo admitimos porque no es un punto a favor en el plano social), sufrimos una dependencia personal y psicológica, caracterizada por un profundo deseo de apoyarnos en otra persona. Y esta es una de las principales fuerzas que nos impiden realizarnos como mujeres. Es como una compleja red de actitudes reprimidas y reprimentes, miedo e inseguridad, que hacen de nosotras, cómplices, además de victimas de la situación frustrante en que muchas veces vivimos.
Uno de los mayores conflictos de la mujer moderna, consiste en el deseo de amar y ser amada sin perder su propia identidad. Sin duda queremos que nos quiten la etiqueta de irracionales, emotivas, pasivas, dependientes y la mayor de todas: Sexo Débil. Cuando muchas veces merecemos estas etiquetas, es que quizás, por falta de madurez, nos hemos inclinado a actuar de estas formas, pensando que así recibiremos la aceptación que buscamos.
Es entonces necesario que ese miedo a ser nosotras mismas, esa inseguridad sea desarraigada. Esas actitudes negativas han sido forjadas en nosotras por medio de la educación impartida por una sociedad que todavía mantiene limitaciones absurdas hacia la mujer, que no le permiten usar sus fuerzas y aptitudes intelectuales a toda capacidad, y que además nos hacen vivir en un estado de indignación ante muchos atropellos que no tienen justificación.
La mujer necesita desarrollar un sentido de valor propio y especial, desarrollar un carácter y una personalidad definida, individual en muchos aspectos, pero colectiva en el sentido de saberse ente de una sociedad a la que ella debe aportar y de la que también merece recibir.
El día internacional de la mujer es el tiempo propicio para que entendamos que no encontraremos verdadera libertad (no liberación ni mucho menos libertinaje) si no nos identificamos con Dios y los principios de dignidad humana que El nos enseña, y hasta que no entendamos que fundamentalmente, esa persona de la que necesitamos apoyarnos es Jesucristo. A lo largo de la historia bíblica encontramos incontables evidencias de que para Dios la mujer es tan importante como el hombre, y en su plan de redención no hay diferencias de género. De 2 mil años para acá Jesús ha estado rescatando los derechos y la dignidad de hombres y mujeres que con fe sincera le buscan. El dijo “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia”.
En el plano social, la mujer, que hasta el momento ha sido víctima de discriminación y marginación, comienza a abrirse paso hacia nuevas esferas a las que nunca antes tuvo acceso. Empieza la lucha por mejores condiciones de vida, por mejores oportunidades de desarrollo.
Esta lucha en muchos casos ha llegado al extremo de la formación de organizaciones que radicalmente exigen cambios sociales; algunos grupos, a nuestro parecer, han desvirtuado la esencia de lo que verdaderamente es la reivindicación de la mujer.
La esencia de la lucha del sexo femenino es que se respete a la mujer, que se le permita ejercer sus deberes y derechos adecuadamente, sin limitaciones infundadas ni discriminación. Tendríamos una sociedad más digna. Me siento contrariada que aun en el acto de atrincherarnos con pancartas a reclamar derechos y publicar listas de derechos a exigir, estamos validando las diferencias hombre –mujer y dando (nosotras) a los hombres la prerrogativa de ceder o no ceder a los mismos.
Indudablemente la lucha feminista ha logrado y puede continuar alcanzando muchos de sus objetivos, pero hay situaciones y condiciones fuera del plano legal y social, quizás, en las que la lucha de la mujer es igualmente importante, y más que importante, necesaria.
Hay que celebrar los logros de algunas organizaciones que han obtenido que muchos gobiernos legislen a favor de la mujer, sin dejar de entender que en las denominadas causas feministas se han mezclado las más diversas causas e intereses. El hecho de ser mujer no quiere decir que apoye o sustente todo el plan de lucha de dichos movimientos. Mas bien, como aconseja el Apóstol en la Biblia es necesario escudriñarlo todo y retener lo bueno.
Muchas de nosotras, (y quizá no lo admitimos porque no es un punto a favor en el plano social), sufrimos una dependencia personal y psicológica, caracterizada por un profundo deseo de apoyarnos en otra persona. Y esta es una de las principales fuerzas que nos impiden realizarnos como mujeres. Es como una compleja red de actitudes reprimidas y reprimentes, miedo e inseguridad, que hacen de nosotras, cómplices, además de victimas de la situación frustrante en que muchas veces vivimos.
Uno de los mayores conflictos de la mujer moderna, consiste en el deseo de amar y ser amada sin perder su propia identidad. Sin duda queremos que nos quiten la etiqueta de irracionales, emotivas, pasivas, dependientes y la mayor de todas: Sexo Débil. Cuando muchas veces merecemos estas etiquetas, es que quizás, por falta de madurez, nos hemos inclinado a actuar de estas formas, pensando que así recibiremos la aceptación que buscamos.
Es entonces necesario que ese miedo a ser nosotras mismas, esa inseguridad sea desarraigada. Esas actitudes negativas han sido forjadas en nosotras por medio de la educación impartida por una sociedad que todavía mantiene limitaciones absurdas hacia la mujer, que no le permiten usar sus fuerzas y aptitudes intelectuales a toda capacidad, y que además nos hacen vivir en un estado de indignación ante muchos atropellos que no tienen justificación.
La mujer necesita desarrollar un sentido de valor propio y especial, desarrollar un carácter y una personalidad definida, individual en muchos aspectos, pero colectiva en el sentido de saberse ente de una sociedad a la que ella debe aportar y de la que también merece recibir.
El día internacional de la mujer es el tiempo propicio para que entendamos que no encontraremos verdadera libertad (no liberación ni mucho menos libertinaje) si no nos identificamos con Dios y los principios de dignidad humana que El nos enseña, y hasta que no entendamos que fundamentalmente, esa persona de la que necesitamos apoyarnos es Jesucristo. A lo largo de la historia bíblica encontramos incontables evidencias de que para Dios la mujer es tan importante como el hombre, y en su plan de redención no hay diferencias de género. De 2 mil años para acá Jesús ha estado rescatando los derechos y la dignidad de hombres y mujeres que con fe sincera le buscan. El dijo “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia”.
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