Hacer maletas es siempre para mí una experiencia nueva, no importa las tantas millas, aeropuertos y conexiones por las que he pasado. No importa que me haya documentado más de una vez sobre lo indispensable para llevar, no importa que tenga mi lista de “pack light tips”, y que haya ido adquiriendo maletas cada vez más pequeñas. El hecho es que en mi equipaje siempre van ropa, accesorios, y dispositivos que al final solo van de paseo, porque no los uso. Y estorban si además hago alguna compra en el destino y comienza el reto del “Make it fit”. Al menos siempre me he cuidado de no verme en el bochornoso espectáculo de tener que sacar cosas de una maleta en pleno aeropuerto, porque sobrepasa el peso límite de la aerolínea.
Dos realidades siempre estropean mi intención de llevar menos cosas conmigo: En primer lugar, esta condición nada aburrida de ser mujer. Admitámoslo: los hombres son mucho más prácticos. He visto a algunos hacer el mismo viaje que yo con una mochila al hombro, o con una maleta de mano, mientras yo tengo una maleta para chequear y otra para arrastrar conmigo, más el bolso de mano, más la laptop… (Oh mi pobre espaldita!). Sí, ser mujer es una razón maravillosa para llevar más vestidos, más zapatos, todos los accesorios que combinen con cada ajuar y un kit de higiene y maquillaje completo. Una amiga, que vive prácticamente en maletas, de avión en avión, me dijo: “No importa cuán breve sea el viaje, las mujeres necesitamos llevar la misma cantidad de cosas para tres días que para tres semanas” ¿Exageración? ¡No! Somos poco prácticas pero ¡Primero muertas que sencillas!
En segundo lugar, hay un elemento de inseguridad: Hay que llevar plancha, porque a lo mejor el hotel no tiene y la lavandería es costosa… hay que llevar secador de pelo, porque igual, puede que no haya y lo necesites… hay que llevar abrigos porque hace puede hacer frio, un arsenal de medicinas, porque, aunque no sufras de nada, te puede hacer falta un calmante, o un antigripal, o un anti diarreico, o un… whatever! Libros! Porque me puedo ver por horas en tránsito en aeropuertos y con tiempo libre en un hotel, dispositivos para oír música o ver DVDs, libreta para escribir, cámara, celular y su cargador…
Vanidad e inseguridad… Los mismos elementos que pueden hacer excesivo también nuestro equipaje emocional. La constante presión por adquirir cosas materiales busca también saciar estas dos carencias del alma humana.
Ser capaces de deshacernos del exceso de equipaje nos da una sensación real de libertad y agiliza nuestro avance en el tránsito de la vida. La ansiedad, la preocupación, la fatiga de nuestras cargas diarias, pueden ser aliviadas. Alguien caballerosamente se ofrece a llevarlas, Jesús: “Vengan a mi todos los que están trabajados y cargados y yo los haré descansar”. Pero nos aferramos a esas pesadas maletas como si en ellas estuviera fraguada nuestra seguridad, cuando en realidad son nuestro mayor obstáculo; Como esas barcas que en medio de una furiosa tormenta en el mar están en peligro de sucumbir y solo echar por la borda la carga que llevan garantiza que estas no se hundan, así puede que nuestra salvación dependa de soltar algunas cosas y entregarlas al Señor.
PD: ¿Qué de los encargos de ida y vuelta de terceros? ¿No nos pasamos la vida también asumiendo cargas de otros? ¿Es siempre justo y necesario que lo hagamos?
PD: ¿Qué de los encargos de ida y vuelta de terceros? ¿No nos pasamos la vida también asumiendo cargas de otros? ¿Es siempre justo y necesario que lo hagamos?
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