"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


domingo, 3 de noviembre de 2013

THE SIN CITY (LA CIUDAD DEL PECADO).




(LECTURAS DEL GENESIS III). 

Mi primera visita a los Estados Unidos me llevó a la  cautivante ciudad de Las Vegas. Fui a una convención de radiodifusores que anualmente se realiza en un enorme centro de convenciones y por coincidencia, al ser Semana Santa,  tuve la oportunidad de asistir a dos actividades en una iglesia cristiana local. (Sí, hay iglesias de verdad allí, y no solo las capillas para bodas al vapor). 

  A pesar de que se puede ver y hacer muchas cosas sanas en Las Vegas, es un ambiente inusual para uno, si se toma en cuenta la reputación que la misma tiene: Los estadounidenses la llaman “La ciudad del Pecado” y además es famoso el dicho “Lo que se hace en Las Vegas, se queda en Las Vegas”, aludiendo a la tolerancia y permisividad con que allí se da rienda suelta a los apetitos más bajos que pueden acompañar a un ser humano: ambición, avaricia, adicciones y promiscuidad. 

Pero hubo una ciudad en tiempos antiguos que, de acuerdo a las crónicas bíblicas, me parece que supera con creces a esta luminosa ciudad contemporánea: Sodoma. 

Es una historia difícil de citar sin experimentar un poco el malestar de exponer cuán grave puede llegar a ser la ofensa de los hombres a su creador. Lot, personaje Bíblico sobrino de Abraham, al separarse de su tío empieza a mirar las luces y  la prosperidad de Sodoma, y establece allí su residencia, tal vez con la intención de continuar prosperado en sus negocios. Es legítimo tener ambiciones en la vida, siempre que éstas sean altruistas y no impliquen que tengamos que negociar nuestros principios. 

 Con el tiempo, el inminente juicio de Dios contra Sodoma, a causa de su soberbia, de su indiferencia social y su depravación, ponen en juego la vida de la única familia que parecía haber conservado algo de dignidad… pero aun en medio de un rescate de emergencia, Lot y su familia vacilan, dudan, se retrasan y deben ser urgidos a alejarse rápidamente, sin mirar atrás. Pero, cuando a punto de ser libres del juicio inminente, un miembro de la familia, la esposa de Lot, voltea a mirar, como en un impulso de devolverse a lo que dejaba atrás, en una añoranza de las cosas materiales  que no quería perder, las ráfagas del juicio la alcanzan y queda la patética estatua de sal como un monumento a la duda y al retroceso: ella había salido de Sodoma, pero Sodoma aun estaba dentro de su corazón.  

Hoy nuestras ciudades se corrompen y nos invitan a adaptarnos a nuevos tiempos en los que se pretende que negociemos nuestros valores y principios.  La Sodoma de ayer se multiplica hoy, y como Lot, tenemos la opción de ser el freno moral que desacelere el tren de la depravación y ser libres de condenación o simplemente adaptarnos a un esquema de vida que tarde o temprano tendrá lamentables consecuencias.

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