Con
la historia de Sansón, ocurre lo que con otras narraciones bíblicas: Las
verdades históricas se pueden ir
entretejiendo con especulaciones e ideas preconcebidas que no tienen sustento
en las Sagradas Escrituras y que adoptamos como verdades. Desde niños nos
aprendemos el famoso corito que describe a Sansón como un hombre corpulento, de
grandes proporciones, con una apariencia semejante a la de famosas estrellas de
la lucha libre internacional. Sin embargo, una lectura sencilla y enfocada de
los capítulos 13 al 16 del libro de los jueces, nos permite separar la ficción
de la realidad.
Los
estudiosos de la biblia no encuentran asidero bíblico para asumir que Sansón
tuviera una apariencia física fuera de lo convencional. La única excepción tal vez
era su cabello largo, símbolo de su dedicación y consagración al Dios
Verdadero. Dios lo había determinado así cuando le anunció su concepción a sus
padres. Pero la fuerza de Sansón no
estaba en su cabello.
Sansón
nació y creció bajo la bendición de Dios, como un niño normal. El verso 25 del mismo capítulo 13 nos dice
dónde realmente residía la fuerza extraordinaria que demostraba: “Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse
en él.” El Espíritu Santo era quien
realmente hacia la diferencia en la vida de este hombre, en un tiempo (antes de
Cristo) en el que la acción del Espíritu
Santo era esporádica y particular.
Por
tanto, Sansón no es un personaje mítico. Tampoco los filisteos son un cuento de
fábula. Historiadores extra bíblicos
reconocidos como Flavio Josefo, han hecho referencia tanto a Sansón como a los
filisteos.
Filistea
fue una nación real, como lo fue el hecho de que sus habitantes (filisteos) se
convirtieran en los peores enemigos que Israel haya tenido en era de los jueces
y los reyes. Después de unos 40 años bajo la opresión de los filisteos, Dios
determina el nacimiento y llamado de Sansón como el caudillo que “Comenzará a
salvar a Israel de mano de los filisteos.” (Jueces 13: 5)
Lo
triste de la historia de este personaje es que su fuerza física, don de Dios, no se
correspondía con su fortaleza de carácter. Más bien contrastaba con su
debilidad e inmadurez emocional. Sansón cumplía con el propósito de su vida de
una forma caprichosa, coqueteando con la vida licenciosa de la que debía
abstenerse.
El
secreto de su fracaso estuvo en confiarse tanto de sí mismo y dar por
garantizado que nunca se vería en desventaja con los enemigos de su pueblo, al
grado que se enamoró y cohabitó con una mujer de reputación cuestionable (Dalila,
quien aceptó una jugosa suma como recompensa por obtener la información valiosa
que los filisteos necesitaban para derrotarlo).
Palabras
insistentemente seductoras, acoso y manipulación surtieron su efecto después de
varios intentos fallidos: Sansón abrió su corazón y reveló lo que él creía era
el secreto de su fuerza, y fue más bien el secreto de su fracaso: Si cortaba su
cabello, sería un simple mortal. Pena de la vida, que en realidad, perdió el
poder cuando violó su voto, cuando sus acciones provocaron que Dios se apartara
de él.
Capturado,
le sacaron los ojos y lo redujeron a la cárcel y la esclavitud. Luego lo usaron
como juguete y hazmerreir en una festividad pagana. Fue allí, sufriendo afrenta
y humillación hasta más no poder, donde Sansón se reivindicó con su Dios y
pidió en una sincera oración de arrepentimiento: “Dios, acuérdate de mí, y renueva mis fuerzas solo por esta vez”.
Dios le concedió su petición y con una gran exclamación, sujetado de las
columnas de aquel templo repleto de espectadores, echó abajo todo el lugar,
muriendo junto a sus escarnecedores.
Creo
que su historia tiene relevancia para reflexionar y tal vez, en lugar de emitir
un juicio y un señalamiento a las faltas de Sansón, deba uno autoxaminarse y pensar
en las flaquezas propias: ¿qué precio podríamos pagar por dejarnos dominar de
ellas?