Caras
vemos, corazones, no sabemos. El proverbio popular toma fuerza cada vez que los
medios de comunicación estallan con las perturbadoras noticias de crímenes que
parecen el guion de una película de terror.
Claro,
uno puede sentarse a consumir una obra de ficción tipo “Doctor Jekyll and Mr Hyde” en la que, por entenderse que no se trata de la
vida real, se digiere y se acepta que la imaginación del escritor es cruda y
gráfica.
La historia de maldad que se cuela en un
núcleo familiar se puede hilvanar desde la muerte de Abel por parte de su
hermano Caín[i], cuando los hermanos de
José tramaron matarlo y lo arrojaron en un pozo, o cuando Abimelec[ii]
para acceder al poder mató a todos sus hermanos. No hay forma de evitar el shock, la negación, la perplejidad.
Esta
semana en una comunidad que me es cercana, una joven madre y sus tres pequeños
hijos fueron despiadadamente asesinados y violados. El sospechoso, pareja de la víctima, ha sido
detenido y ha confesado los crímenes. Se
siente la impotencia de los que estaban
cerca y no tuvieron oportunidad de prever que algo tan horrible pudiera
ocurrir. Se perciba la desesperanza de que el sistema de justicia no tenga
suficiente fuerza para castigar en proporción al delito cometido. Un
sondeo mediático hoy arroja que un 90
por ciento de los encuestados apoya que en República Dominicana hubiera la
posibilidad de aplicar pena de muerte en casos de esta naturaleza.
De
su lado, psiquiatras reconocidos entienden que al sospechoso debe garantizársele
integridad física y que el cerebro del sujeto debe ser sometido a estudios
exhaustivos que hasta ahora no se han realizado en este país.
El perfil del individuo, con sobrenombre,
atuendo e inclinaciones “metálicas” se ha prestado también a asociar su
conducta como influida por el satanismo.
Los sectores vinculados a esa
esfera, salen a defenderse y entienden que el mal no necesariamente anda
vestido de negro. Ponen como ejemplos,
los religiosos que abusan de menores o a la madre e hijo que por mantener posición
social matan a la novia del joven rico. Citan, a los ambiciosos politiqueros
que son capaces de asesinar para quitar de en medio a sus competidores. Citan,
a los que amparados en el poder de un uniforme, en vez de proteger al
ciudadano, lo malogran.
Me
acordé de la llamada “doctrina de la depravación total”, que establece que,
cualquier ser humano, por normal que nos parezca, tiene una semilla de maldad,
que de germinar, lo haría capaz de lo más espantoso que se nos pueda ocurrir. Sin
duda, la sociedad tiene mucho que reflexionar y mucho que revisarse, ya que a
esta altura, nadie parece tener garantías de seguridad en ningún lugar, y con ninguna persona.
La
esperanza para el ser humano es nacer de
nuevo. Cristo, dice la Biblia, es
capaz de darnos vida aunque “estemos
muertos en delitos y pecados”.[iii] “De modo que, si
alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, todas son
hechas nuevas”.[iv]
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