“Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela
nueva, porque el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor.” –Jesús.
(Mateo 9:16)
Las
organizaciones que quieren permanecer en el tiempo tienen que vivir en proceso
de mejora, y más aún, de transformación. A finales del siglo XX, fueron muchos
los enfoques gerenciales que revolucionaron el modo de ser y hacer empresa.
Entre
esos enfoques está la Reingeniería,
a la que, en su momento, personas afectadas percibieron más bien de forma
negativa por que implicaba la desaparición de puestos y despidos de considerable
cantidad de colaboradores.
Se
atribuye a Michael Hammer y James Champy ser los precursores de la reingeniería, a la
cual definieron como “la revisión
fundamental y el rediseño radical de los procesos para alcanzar mejoras
espectaculares en medidas críticas y componentes de rendimiento, tales como
calidad, costos, servicio y rapidez de entrega”.
Las
instituciones que se abocan a estos procesos de transformación se pueden ver
tentadas a “remendar con retazos nuevos (manuales de políticas y procedimientos nuevos,
rediseño de marca, nuevas tecnologías, etc) un vestido viejo (una mentalidad no
abierta al cambio y que hace resistencia a implementarlos, estructuras
desfasadas que no encajan, querer implementar novedades con un personal que no
ha sido preparado para los mismos…).
Las
sabias palabras de Jesús nos enseñan que dichos “remiendos” provocan una “rotura
peor”, es decir, las soluciones complican el problema. Por tanto, es
recomendable respetar la agenda de cambios que garanticen los resultados, adoptando
con firmeza las decisiones pertinentes con las implicaciones que estas
tengan. De lo contrario, la alternativa
es la extinción paulatina o repentina de la institución, en perjuicio de
muchos.
La innovación implica en el mejor de los casos, despojarse por completo
del traje roto, y revestirse de uno nuevo.
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