Hay
días en que el sabor de la vida se torna amargo, como ajenjo. Hay esos días que
la gente vacía se desespera, y la gente de fe, clama más fuerte y mira hacia
arriba buscando una respuesta.
Esa misma
amargura mutila los sentidos de muchos que se desenfrenan buscando en escapes
temerarios un poco de gozo y placer. Por eso, se mata el niño rico en el auto
de lujo corriendo a alta velocidad. Por eso, se droga en el callejón el niño
pobre. Por eso, vacía botella tras otra el alcohólico, por eso, se ofrece
barata una niña linda a un visceral potentado.
Por eso se indigna uno de oír injusticias, impunidad, cinismo de gente
que hace daño al otro y se jacta de que Dios le ayuda y bendice, abusando de la
gracia y la misericordia que Dios le prodiga. Es difícil de digerir que gente
que profesa la fe lastime a los que debe amar.
Y
en el mundo la calamidad abruma: Los noticieros traen información alarmante:
crisis alimentaria, crisis de agua y medioambiente, crisis políticas,
inseguridad, descomposición social, violencia, delincuencia de alto nivel. Es
un panorama en el que el ciudadano común se siente indefenso, y los que profesan el cristianismo son desafiados
en sus más íntimas convicciones.
¿Cómo encaja un Dios bueno y todopoderoso
dentro de este complicado escenario? Es un tema complejo como para responder
satisfactoriamente en unos pocos párrafos.
¿Puede
un creyente experimentar una crisis de fe?
Desde
luego que sí: pregúntele a Elías, hundido en depresión en una cueva queriendo
morir. Pregúntele al salmista que envidió al que aun haciendo mal no tiene
congojas porque no tiene conciencia que le moleste. Crisis de fe, cuando ves que al malo le va
bien y al justo la calamidad lo azota.
La
convicción de fe es resiliente, vence al mundo, supera toda oposición y está cimentada en la confianza, que nos
previene de la desesperanza; está basada en
certezas que no tienen sombra de dudas: provee seguridad, la garantía de
tranquilidad que necesitamos para esta vida, para la muerte y la eternidad. Por
tanto, hoy promuevo la esperanza en medio de un mundo que se quedó sin sentido
de dirección y sin significado más allá de lo material y palpable. Dios ha prometido intervenir, y eso
reclamamos de rodillas en el momento de conflagración.
Creer
o no creer, he ahí la diferencia, cuando me enfrento a la disyuntiva de sopesar
que hay un Dios soberano y justo que no puede ser burlado y que un día,
establecerá Su orden, en su creación y en sus criaturas.
Creer
es una decisión. Yo elijo Creer. Aunque está ese día en que es inevitable que yo viva la
experiencia de estar desanimada, abatida
y decepcionada, ¿A quién se lo digo? Se lo digo a Cristo.
Como la viuda al juez injusto le insisto que me haga justicia. Como dijo también aquel náufrago aferrado en una roca en medio de una tempestad: “Puedo temblar sobre la roca, pero la roca no
tiembla”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sus comentarios son bienvenidos!