“Mira, hoy te doy autoridad
sobre naciones y reinos, »para arrancar y derribar, para destruir y demoler,
para construir y plantar». Jeremías 1.10
Arrancar para después plantar: Lo
hacen los agricultores todo el tiempo. Se da por sentado que es lo adecuado
cuando de cultivar se trata.
Demoler para entonces construir: Vivo
en una ciudad en la que está proliferando la edificación de torres de 20 y 30
pisos de altura, tanto condominios para residencias, como edificios
comerciales. El detalle que me cautiva de este hecho es que, estos edificios en
los que cohabitarán decenas de familias, o transitarán centenares de empleados,
suelen ser levantados donde antes había una vivienda de una única familia, a
veces de un solo piso, máximo dos.
Entonces, una emblemática
casita que veía en mi diario transitar, llega esa mañana en que desaparece bajo
la implacable fuerza de una máquina de demolición. Los escombros son luego
retirados. Entonces la retroexcavadora comienza a crear un enorme agujero, que
será cimiento de la nueva construcción.
Entre tanto esto sucede, hay una historia no planteada, de aquellos que
cedieron su hogar y tal vez fueron testigos de su destrucción. Está el ruido y
el polvo que los vecinos tendrán que soportar por algún tiempo. Y está la
costosa inversión que alguien está haciendo en aras de levantar una obra mucho
más transcendente que la otrora casa familiar.
Y entonces pienso en este
verso de la escritura, en que Dios dice al profeta Jeremías, respecto de las
acciones para las cuales le ha delegado autoridad: Cuatro verbos tienen que ver
con devastación: arrancar, derribar, destruir,
demoler.
¿Será que la devastación necesita
el doble de acción que la edificación? Tal vez no, pero sí es más dolorosa y fatalista. Sin embargo, para obtener mejores resultados,
es indispensable. Es la única forma de que ese espacio, con potencial para ser
ocupado por algo mejor, esté libre, disponible. Imposible que algo superior
pueda surgir sin derribar esa base inadecuada, tal vez desfasada, con vicios de
construcción de origen.
Sí, derribar y destruir es
en ocasiones un procedimiento doloroso, pero el único método para reconstruir,
vidas, familias, organizaciones, naciones. Sin duda, al final de la obra, se
mira hacia arriba y con satisfacción se admite, que los primeros cuatro verbos
eran imprescindibles para la conjugación eficaz de los últimos dos.
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