Los conflictos forman parte de la vida. Cuando
se manejan constructivamente y se resuelven, tienen un efecto positivo.
Asimismo cuando se trata de debatir un tema sobre el que se necesite llegar a
un acuerdo y hay posiciones encontradas, se requiere pensar, dialogar y
negociar entre las partes.
En el escenario de la comunidad de fe, no es
la excepción. En la historia bíblica encontramos relatos de eventos en los que,
entre dos personas, entre dos familias, entre dos naciones, se lograron
resolver desavenencias de diversa índole.
Hechos capítulo 15 narra una situación de
conflicto y cómo fue manejada: Las iglesias cristianas del primer siglo estaban
compuestas de judíos y de gentiles (personas de cualquier otra
nacionalidad distinta a la judía). La dinámica de ser iglesia era nueva para
todos. Los judíos que se convertían podían perfectamente mantener sus prácticas
religiosas y culturales. Pero pretender que los cristianos gentiles las
adoptaran no solo era complicado: ¿Era necesario?
Pues resulta que cristianos de origen judío
en la iglesia que estaba en la ciudad de Antioquía, estaban enseñando a los gentiles que “si no se
circuncidaban y guardaban la ley mosaica, no serían salvos”. Los líderes que habían
trabajado por buen tiempo en esa congregación enfrentaron estos maestros
judaizantes, sin éxito, pues el debate del tema creó una discusión y contienda
muy acalorada en la que nadie cedió en
su postura. Por esto la decisión de los creyentes allí fue enviar a sus líderes
(Pablo y Bernabé) a la iglesia principal, que estaba en Jerusalén, a realizar
una consulta con los apóstoles y ancianos allí.
Una vez llegados a Jerusalén, se produce el
Concilio con los líderes de la iglesia cristiana del primer siglo, y en este
contexto la controversia que tuvo su primer conato en Antioquia, resurge, pues aquí
también hay una corriente de creyentes de origen fariseo que insistían en la
postura de que los gentiles, para ser salvos, también debían guardar la ley y
circuncidarse, prácticas inherentes de la vida judía. La discusión fue larga e
intensa.
Durante el concilio, hablan líderes de la fe
que estuvieron de primera mano con Jesús hasta su ascensión: Pedro, se levanta,
y poniendo su experiencia particular como base (en su momento Dios lo confrontó
para que dejara a un lado sus prejuicios nacionalistas y abriera su mente y corazón
a compartir el evangelio con los extranjeros), defiende que los gentiles no necesitan guardar la ley, una imposición
que ni siquiera el más consagrado de los israelitas en su vida había cumplido a
cabalidad, y mucho menos pretender que eso fuera requisito para la salvación. Pedro Afirma que tanto judíos como gentiles
tienen una sola forma de ser salvos y es por la obra y la gracia de Jesucristo.
Después de Pedro, hablaron Pablo y Bernabé; comunicaron el trabajo que habían estado
haciendo y cómo Dios los había respaldado en su trayectoria plantando iglesias,
donde la gracia de Dios y los dones del Espíritu Santo se hacían claramente
evidentes. Manifestaron su preocupación de que ahora esta interferencia de
enseñanza creaba inquietud, confusión e intranquilidad entre los creyentes
gentiles respecto a su relación con Dios.
Finalmente habla Jacobo, (Santiago, el
hermano de Jesús) y plantea que la revelación bíblica de los profetas respalda
que el plan de Dios para todos, judíos y gentiles, es de reinar sobre todos y
cita al profeta Amós. A seguidas
buscando un punto de equilibrio entre las preocupaciones de los creyentes Judíos
y las de los creyentes gentiles, Jacobo sugiere algunas condiciones de conducta
que sí era razonable y adecuado que éstos observaran, no para ser salvos, sino
por consideración a sus hermanos judíos, abstinencias relativas a prácticas
vinculadas con la idolatría tan propia de naciones paganas.
El concilio estuvo de acuerdo con lo
planteado por Jacobo y esto fue plasmado en una carta. Esta carta llegó a las
iglesias gentiles, que la recibieron con gran regocijo. Se había superado la
controversia, con la mediación de los líderes espirituales, la instrucción de
la Palabra de Dios y la guianza del Espíritu Santo. Estos principios aplican
para manejar cualquier situación similar que enfrente la iglesia local en
nuestro siglo XXI.
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