“¿Quién morará en tu monte santo? El
que anda en integridad…” Vs 1-2
Aunque hay abundante
información sobre el tema de la integridad en la Biblia, y una
extensa galería de hombres y mujeres ejemplares de los cuales podemos
aprender, el salmo 15 se destaca por ser
una descripción que podríamos usar como autoevaluación, una lista de
verificación de nuestra propia realidad. El salmista le
pregunta a Dios y luego recibe algunas respuestas.
El tabernáculo, y
el monte santo son lugares que ejemplifican estar cerca de Dios,
morar con él, tener acceso a su presencia. Y para lograrlo, hay
primeramente que andar en integridad, es decir, vivir y
andar en la luz. Esforzarnos en actuar rectamente en este
mundo donde se han perdido de una manera alarmante los valores morales y
éticos, los buenos modales, los buenos hábitos y las buenas costumbres.
En segundo lugar, debemos hacer
justicia, y así agradar a un Dios justo. Él siempre hace
lo que es correcto, lo que debe hacerse y en forma consistente, sin parcialidad
ni prejuicios.
Una tercera acción es hablar
verdad, porque Dios es veraz y cumple sus
promesas. Hablar verdad con el corazón. Es todo lo contrario de la
práctica de la mentira, y la tergiversación, el rumor y el chisme. Si un
creyente se propone ser integro, debe aislar la práctica de la mentira de su
vida.
Tres desafíos que vale la pena
aceptar. Al asumir con determinación ser personas de
integridad, justicia y verdad, podemos experimentar una relación más
plena con Dios, una conciencia sana y vivir una vida coherente en nuestro
hablar y nuestro hacer.
Vivir en integridad: ¡Sí se puede!
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