"Porque
somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas." — Efesios 2:10 (RVR1960)
Recientemente escuché una
reflexión inspiradora basada en la idea de que somos la obra de arte de Dios.
Su iglesia, entonces, es como una gran galería de arte. Frente a las obras
expuestas, podemos asumir dos roles: el de crítico o el de curador.
El crítico de arte
analiza, interpreta y evalúa las piezas, emitiendo juicios según su percepción
y criterios personales. En cambio, el curador es el encargado de seleccionar,
preservar y presentar las obras, asegurándose de que sean valoradas y apreciadas.
Su labor es la de un cuidador que resalta la belleza y el propósito de cada
pieza.
Ante la obra de arte
del Creador, ¿cómo nos posicionamos? ¿Somos críticos que solo juzgan y cuestionan
o curadores que ayudan a que la obra de Dios sea expuesta, conocida y apreciada
por otros?
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