De cada 100 habitantes del planeta 52 son
mujeres. Quiere decir que numéricamente
la mujer es mayoría. Pero como está
establecido, un significativo porcentaje de esta mayoría ha sido enseñada desde su nacimiento que no
es digna de respeto, y que no es de valor. Un ínfimo porcentaje de mujeres está
ocupando roles que sean visibles o considerados como relevantes, y por eso
también se puede tener la percepción de que la influencia, la incidencia, la huella, la
impresión, la marca y el legado de la mujer en la sociedad no son
significativos.
Pero
en la Biblia hay una galería de historias que establecen lo contrario. Un caso
para ilustrar esta afirmación es la excepcional naturalidad con que la Biblia nos habla de Débora. Nos dice que esta mujer era esposa,
profetiza, juez y gobernadora de Israel, y hasta hubo de jugar el rol de jefa
de las fuerzas armadas, ya que el hombre que Dios había comisionado flaqueó, y
dijo que solo iría si Débora lo acompañaba.
Débora era una mujer admirable, sabia, humilde y decidida. No todos son
llamados a una posición pública de liderazgo como éste, pero Dios tiene planes
para todas y cada una de las personas, independientemente de su género.
A
la sombra de su techo, de su habitación, de su cocina, de su empleo, de su cuadra, de su congregación, millones de hombres y mujeres están causando impacto y ejerciendo
influencia. Conocen y viven el plan de Dios que le da sentido, dirección y
significado a sus vidas.
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