NEGLIGENCIA
DOMESTICA.
Teodoro Roosevelt,
cuestionado por un amigo en una ocasión, sobre por qué no tenía un rol más
activo en supervisar a su hija Alicia, una joven de espíritu libre, Roosevelt
respondió: “Puedo ser presidente de los USA o puedo ocuparme de Alicia, no
puedo hacer ambas cosas”. Esa es la realidad de un gran número de líderes.
Cuando
ostentan posiciones de influencia y responsabilidad, a menudo ellos luchan para
equilibrar su rol como líderes en el trabajo y líderes en casa. Billy Graham
relató con transparencia muchas situaciones de este orden. En su autobiografía
confesó que si pudiera reiniciar su vida hubiera viajado menos y ocupado más
tiempo con su familia. Nadie cuestiona la labor ni reputación de este hombre de
Dios, pero cada líder puede aprender de su experiencia familiar.
Nelson
Mandela sacrificó todo lo que tenía para liberar a su pueblo. Eventualmente
logró su meta, ganó el premio nobel de la paz, y fue electo presidente de
Sudáfrica. Pero a la vez, Mandela sufrió dos divorcios y pasó muchos años en
prisión privado de tener contacto con sus hijos.
Los
líderes sabios se esfuerzan para preservar sus familias en medio de las
presiones de su vida profesional. La mayoría ama profundamente a sus familias,
pero fallan en tomar medidas que garanticen el grado de prioridad que estas
requieren.
DESCUIDO
ADMINISTRATIVO.
Los
líderes son visionarios por naturaleza. Muchos enfocan tanta atención en la
visión de hacia dónde están guiando sus organizaciones que fallan en construir
la clase de organización que pueda finalmente llegar a su destino. Es como un
conductor que tiene un mapa y sabe exactamente hacia dónde va, pero no se
detiene a chequear el combustible y el aceite de su vehículo. Aunque se
enciendan las señales de advertencia en el panel de control y emanen ruidos
desde el motor, el viajero está absorto en pensamientos sobre lo que hará una
vez llegue a su destino. Los líderes pueden, como este conductor, terminar
desviados, muy, muy lejos de donde querían llegar. Los líderes deben cuidar
ambas áreas, la visión y la administración o sus organizaciones colapsarán. La
comunicación y la resolución de conflictos son dos competencias indispensables.
Una vía para determinar la salud de una organización es medir cuanto tiempo
toma que el máximo líder se entere de un problema vigente. Tarde es si los
problemas hacen metástasis mientras el líder atiende otras cosas.
PROLONGADO
TIEMPO EN EL PUESTO.
El
problema de muchos líderes es que ellos gradualmente llegan a ver su identidad
como intrínsecamente ligada a su posición. Ellos disfrutan el respeto y la
influencia que viene con su posición como cabeza de una organización. Como
resultado, ellos vacilan a la hora de pasar
la antorcha a un liderazgo emergente aun cuando la necesidad
de cambio sea evidente para otros en la organización. Ellos fueron líderes
exitosos y asumen que aún lo son. Es patético como hay instituciones cuyos
líderes han envejecido y se aferran heroicamente a seguir liderando en base a
los triunfos pasados, mas siendo inefectivos al presente. Podrían argumentar
que es por lealtad, pero en el plano más profundo podría tratarse de egoísmo.
Los líderes de integridad reconocen cuándo ya han dado sus más meritorias
contribuciones y son capaces de dar paso a las nuevas generaciones, por el
bienestar de la organización. Los Líderes astutos pueden “leer” los signos
organizacionales y reconocer cuándo es tiempo de salir.
CONCLUSION:
Las
trampas y vicios del liderazgo: 1) Orgullo, 2) Pecado sexual, 3) Cinismo, 4)
Codicia, 5) Holgazanería mental, 6) Hipersensibilidad, 7) Letargo Espiritual,
8) Negligencia Doméstica, 9) Descuido administrativo y 10) Prolongado tiempo en
el puesto.
Desarrollar
una conciencia saludable respecto a las trampas que pueden traer caída y
desgracia a los líderes es el primer paso para evitarlos. El segundo paso es
establecer salvaguardas que provean protección en tiempos de tentación o
indecisión. Con esfuerzo deliberado, buena planeación, y mucha oración, no
necesitan sucumbir a estos flagelos. El autor sugiere hacerse parte de un
pequeño grupo de líderes que velen unos por otros respecto a ser y seguir
siendo los líderes que Dios los ha llamado a ser.
Traducido
del libro Spiritual
Leadership, Henry T. Blackaby.
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