"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


lunes, 3 de noviembre de 2008

PRECISO Y ESPECIFICO-LECTURA DE LEVITICO Y NUMEROS

En la meta de leer la Biblia entera en un año, inicio siempre con mucho entusiasmo con los relatos del Génesis y el Éxodo, que son riquísimos en acción y aventuras, tanto como para hacer, como se ha hecho, toda una serie de películas. Pero entonces, siguen libros como Levítico y Números, que se tornan en algo asi como los manuales de instrucciones que traen los electrodomésticos, o los informes estadísticos de un país, que pocos quieren leer.

Esta vez me propuse leer estos libros preguntándome qué propósito tiene Dios con ellos y mis ojos se abrieron a incontables principios claros, precisos y específicos que aplican no solo para aquel pueblo de Israel que pasó 40 años en el desierto, sino para nosotros hoy en día. Estos libros son una especie de código que puede guiar nuestra conducta en la vida.

Al leer levítico encontré a un Dios que está cerca, y nos quiere cerca, y nos da en detalles instrucciones para acercarnos a él dignamente (El es un Dios Santo, y todo lo consagrado a él es cosa Santísima, incluyendo a los seres humanos). Encontré a un Dios que nos instruye a ofrecer lo mejor de lo que somos y tenemos, en clara alusión a la búsqueda de la excelencia que nos hará personas emprendedoras y con espíritu de superación.

En los libros de levítico y números, encontré a un Dios interesado por el bienestar de los pobres, por nuestra salud, tanto personal como de toda la comunidad; un Dios interesado en protegernos de abusos y perversiones.

Y por encima de todo, con las descripciones de las ofrendas sacrificiales por el pecado del pueblo, encontré a un Dios misericordioso, siempre dispuesto a restaurar nuestras vidas, siempre dispuesto a darnos una oportunidad de reconciliarnos con él, porque, leyendo Números y levítico, no pude evitar encontrar al Dios que siglos después enviaría a su hijo como “cordero” para quitar el pecado del mundo.

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