“Tus fallas de hijo, son mis fracasos de padre”, fueron las últimas palabras del emperador Marco Aurelio a su hijo Cómodo, segundos antes de que éste le quitara la vida asfixiándolo con sus propias manos para usurpar el trono. No estoy hablando de historia, sino de la trama de una película de entretenimiento: Gladiador.
Los “fracasos” en rol de padres pueden deformar el carácter de un hijo. Cómodo lloraba de dolor mientras reclamaba el afecto y la aprobación de su padre, quien al final de sus días planeaba desechar a su hijo como sucesor al poder, porque éste no había cultivado las virtudes que correspondían al hijo de un emperador. Las expectativas de tener hijos virtuosos, exitosos y sabios, pueden tornarse en la dura realidad de crear monstruos ambiciosos, mezquinos, ruines y desalmados. ¿Le parece dramático?
El Doctor José Dunker, psiquiatra y escritor, en una de nuestras entrevistas radiales mencionó dos situaciones traumáticas para los hijos: El Consentimiento, o trauma por excesivas satisfacciones, y el resentimiento o trauma por excesivas frustraciones. A solo juzgar por su nombre, nos parece que Cómodo creció con la idea de servirse de los demás, de recibir honores y pleitesía sin tener meritos para ello, y de lograr sus propósitos aun con los métodos más viles.
Por supuesto la raíz real de todos los males es nuestra naturaleza caída, pero sin duda, el mal funcionamiento de la familia determina actitudes perjudiciales en los hijos.
El medio para prevenir estas actitudes esta dado en la Biblia: “Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma”
“Los hijos se convierten para los padres, según la educación que reciban, en una recompensa o en un castigo.” J. Petit-Sean.
“El hijo consentido avergonzara a su madre” Prov. 29:15
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