La llegada a Santo Domingo del Pastor Lemuel Larrosa, director de Ministerio Hispano de Radio Trans Mundial estaba pautada para el mediodía del sábado 25 de abril. Sin embargo, a la 1:30 de la tarde todos los pasajeros de ese vuelo ya habían salido. Recibí entonces la llamada del pastor Ricardo Frías, quien le esperaba en el aeropuerto. Revisé los mensajes de correo electrónico y no tenía novedad, pero el margen de tiempo para la conexión entre su llegada a Miami y la salida hacia Santo Domingo, nos dio la información que precisábamos: obviamente Lemuel había perdido ese vuelo. Llegaría pues, 2 horas más tarde, y Ricardo optó por seguir en el aeropuerto. Yo esperaba en la oficina y al confirmar que ya venían rumbo a la ciudad, salì y me uní a ellos en el hotel al momento de su ingreso. Una charla de màs de dos horas impidió que Don Lemuel “botara el golpe” de haber madrugado, y esperado por horas para llegar a su destino. Afuera, llovía copiosamente. Parecía, como en el cuento de Bosch, que las ánimas empezaban a pagarme los dos pesos de agua que no recuerdo haber encargado.
La mañana del domingo el escenario de la congregación Bíblica Cristiana Gosèn nos permitió escuchar un sermón con acento uruguayo, de un predicador que no se desliga del traje de hombre de radio. El micrófono fijo, su porte fijo en la plataforma, nos hacia concentrarnos en la descripción vívida del relato bíblico de la muerte de Juan el Bautista y la grotesca imagen de su cabeza en una lujosa bandeja; el cuadro de Jesús alimentando a los 5 mil; el instinto de conservación de los discípulos atrincherados en la barca mientras rugìa la tormenta y Jesús venía hacia ellos andando sobre el mar; el arrojo de Pedro de ir hacia él, cosa que logró hasta que “vio” el viento. (¿Alguien ha visto el viento?)
Concluido el sermón y bajando las escaleras del “aposento alto” (Gosèn está en un cuarto piso), Lemuel recibía el testimonio de una familia que todas las mañanas se reúne alrededor de la radio para escucharlo mientras introduce el programa “A través de la Biblia”.
Salidos del templo, la hora de almorzar nos tocò en un saloncito hecho a la medida de nuestra comisión directiva, rodaban frente a nosotros en la mesa giratoria de un restaurante chino, el arroz, la carne agridulce, los egg rolls, el chop sui, entre otros platillos. Y afuera, la lluvia seguía fluyendo sin cesar.
La tarde se hizo corta, pero el encuentro fue sin dudas significativo.
Luego vino el lunes intenso lleno de entrevistas y reuniones; en la tarde un poco de “rututeo” con Bienvenida Gonzalez buscando un regalo para el nietecito de Lemuel, primer uruguayito que oigo que quiere ser pelotero (Jugador de Beisbol, traduciendo del español al español).
Compartí con el pastor Lemuel las primeras horas del día Martes, antes del emprender al mediodía, la ruta hacia el Aeropuerto. Y otra vez, como si yo la hubiese encargado, la copiosa lluvia me hizo reducir la velocidad, encender las luces, y mover a toda velocidad los wipes del parabrisas, con muy poca visibilidad y sorteando entre los temerarios conductores que rebasaban a pesar de lo anegado de la autopista y provocaban fuertes oleadas de agua que impactaban al Suzuki. Le comentè a Lemuel que en las carreteras los dominicanos siempre estamos expuestos a la muerte sùbita, o si no es por un accidente, te puede dar un infarto con tantos sustos.
Entonces me acordé de los 30 pesos del peaje. ¡Dios! ¡No recordaba tener dinero conmigo! Las monedas que usualmente tengo a mano para los mil y uno pedigüeños de los semáforos serían mi tabla de salvación. El Pastor Lemuel las contó mientras yo seguía conduciendo: 18 pesos… Entonces tuvo también que hurgar en mi cartera a ver si tenia mas menudo.(Me imagino que no hay nada mas traumático para un hombre que buscar en una cartera de mujer, es algo así como destapar una caja de Pandora) fue sacando bolsitos por bolsitos hasta que encontró el de las monedas: 10 pesos. Tenìamos ahora 28 pesos. Nos faltaban 2 pesos ( seguro esos eran los dos pesos que me estaban cobrando las ánimas de Bosh con aquel aguacero).
No tuve mas remedio que pedir al canjeador del peaje que por favor me diera los dos pesos para poder cruzar. Puso cara de piedra o de palo, pero al fin me los prestò. Y créame, la frontera del aguacero estaba justo ahí. Tan pronto se levantó la baranda y continué hacia la entrada del aeropuerto, la pista estaba seca y el cielo también. Despachè a nuestro visitante con apretòn de manos y un ¡Buen Viaje!
La mañana del domingo el escenario de la congregación Bíblica Cristiana Gosèn nos permitió escuchar un sermón con acento uruguayo, de un predicador que no se desliga del traje de hombre de radio. El micrófono fijo, su porte fijo en la plataforma, nos hacia concentrarnos en la descripción vívida del relato bíblico de la muerte de Juan el Bautista y la grotesca imagen de su cabeza en una lujosa bandeja; el cuadro de Jesús alimentando a los 5 mil; el instinto de conservación de los discípulos atrincherados en la barca mientras rugìa la tormenta y Jesús venía hacia ellos andando sobre el mar; el arrojo de Pedro de ir hacia él, cosa que logró hasta que “vio” el viento. (¿Alguien ha visto el viento?)
Concluido el sermón y bajando las escaleras del “aposento alto” (Gosèn está en un cuarto piso), Lemuel recibía el testimonio de una familia que todas las mañanas se reúne alrededor de la radio para escucharlo mientras introduce el programa “A través de la Biblia”.
Salidos del templo, la hora de almorzar nos tocò en un saloncito hecho a la medida de nuestra comisión directiva, rodaban frente a nosotros en la mesa giratoria de un restaurante chino, el arroz, la carne agridulce, los egg rolls, el chop sui, entre otros platillos. Y afuera, la lluvia seguía fluyendo sin cesar.
La tarde se hizo corta, pero el encuentro fue sin dudas significativo.
Luego vino el lunes intenso lleno de entrevistas y reuniones; en la tarde un poco de “rututeo” con Bienvenida Gonzalez buscando un regalo para el nietecito de Lemuel, primer uruguayito que oigo que quiere ser pelotero (Jugador de Beisbol, traduciendo del español al español).
Compartí con el pastor Lemuel las primeras horas del día Martes, antes del emprender al mediodía, la ruta hacia el Aeropuerto. Y otra vez, como si yo la hubiese encargado, la copiosa lluvia me hizo reducir la velocidad, encender las luces, y mover a toda velocidad los wipes del parabrisas, con muy poca visibilidad y sorteando entre los temerarios conductores que rebasaban a pesar de lo anegado de la autopista y provocaban fuertes oleadas de agua que impactaban al Suzuki. Le comentè a Lemuel que en las carreteras los dominicanos siempre estamos expuestos a la muerte sùbita, o si no es por un accidente, te puede dar un infarto con tantos sustos.
Entonces me acordé de los 30 pesos del peaje. ¡Dios! ¡No recordaba tener dinero conmigo! Las monedas que usualmente tengo a mano para los mil y uno pedigüeños de los semáforos serían mi tabla de salvación. El Pastor Lemuel las contó mientras yo seguía conduciendo: 18 pesos… Entonces tuvo también que hurgar en mi cartera a ver si tenia mas menudo.(Me imagino que no hay nada mas traumático para un hombre que buscar en una cartera de mujer, es algo así como destapar una caja de Pandora) fue sacando bolsitos por bolsitos hasta que encontró el de las monedas: 10 pesos. Tenìamos ahora 28 pesos. Nos faltaban 2 pesos ( seguro esos eran los dos pesos que me estaban cobrando las ánimas de Bosh con aquel aguacero).
No tuve mas remedio que pedir al canjeador del peaje que por favor me diera los dos pesos para poder cruzar. Puso cara de piedra o de palo, pero al fin me los prestò. Y créame, la frontera del aguacero estaba justo ahí. Tan pronto se levantó la baranda y continué hacia la entrada del aeropuerto, la pista estaba seca y el cielo también. Despachè a nuestro visitante con apretòn de manos y un ¡Buen Viaje!
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