¿Por qué me haces ver iniquidad y haces que vea violencia?
Habacuc 1:3
No importa cuántos libros hayamos leído, ni cuántos mensajes hayamos escuchado sobre las pruebas. Estas siempre parecen sorprendernos y arropan nuestras vidas de desconcierto. Y una pregunta que demuestra nuestra incomprensión del propósito de las tribulaciones es ¿Porqué a mí?. Con esta pregunta estamos dejando implícitos muchos otros pensamientos que quizá nunca verbalizariamos:
¿Porqué a mí me suceden tantas calamidades mientras fulano, que no teme a Dios, ni le sirve, parece vivir sin problemas?
¿Porque a mí que me esfuerzo por hacer bien las cosas, mientras otros que actúan irresponsablemente y no tienen las luchas que yo tengo?
Esta es una reacción típica de nuestra naturaleza humana, y podemos considerar normal que de vez en cuando, en un momento de debilidad y abrumados de tanta oposición, lleguemos a expresarnos de esta forma, pero no debemos permitir que esta actitud de queja e inmadurez se instale en nuestras vidas.
Las pruebas, todos los creyentes lo sabemos, son para ayudarnos a crecer. Dios las usa para mejorar nuestro carácter, y prepararnos para vivir en una dimensión superior de la fe. Santiago dice que nos gocemos en las pruebas (nada nos resulta más difícil), Pedro dice que no nos sorprendamos de ellas (Pero a cada prueba reaccionamos como si nunca nos hubiera llegado una antes).
Es necesario fortalecer nuestra fe. Hoy tenemos la oportunidad de decidir qué actitud tomar: amargura y resentimiento, o una actitud de reflexión respecto al amor que Dios nos muestra a través de la adversidad, de evaluar en qué medida nuestra fe se purifica y de descubrir los buenos frutos que ellas producen en nuestras vidas.
¿Porque a mí?
Porque Dios me ama!
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