De los tres grandes y notorios acontecimientos en la vida de Cristo - nacimiento, muerte y resurrección- estos dos últimos suceden en el contexto de una semana muy especial y en concordancia con una de las tres grandes festividades judías – El Pesaj o la Pascua.
Es imposible pensar en la pascua, sin mencionar la cruz en primer lugar y la tumba vacía en segundo. Es imposible recordar la cruz y no ver el amor de Dios. Es en la cruz donde se encuentran toda la maldad humana y todo el amor de Dios. Todos fuimos allí, Judas, los sacerdotes y el pueblo Judío, Poncio Pilato, los soldados romanos, y la humanidad toda. Pero por otro lado, fue Dios el Padre que dio a su Hijo y fue el Hijo que se entregó a sí mismo. Como lo afirma magistralmente Octavius Winslow en su obra “No hay condenación en Cristo Jesús”: “¿Quién entregó a Jesús a la muerte? No fue Judas por dinero, No fue Pilato por temor, no fueron los judíos por envidia, sino el Padre por amor”.
La cruz se erige como el monumento más sublime de la humanidad, como su altar más sagrado, el Cordero de Dios muere colgado entre la tierra y el cielo, en ese lugar de guerra llamado los cielos. Marcó al mundo y lo partió en dos, antes y después de ella. Ante ella el verbo hace silencio, la Palabra enmudece. Paradójicamente nos salva el silencio de la Palabra.
Si no fuera por lo que sucedió a continuación, los peregrinos de Emaús tendrían razón. La tumba vacía en la madrugada del domingo y unas mujeres mirando con estupor al no ver el cuerpo de su Señor. ¡Pero una voz menciona un nombre! ¡La vida venció a la muerte! ¡La luz a las tinieblas! Lo mortal fue absorbido por la vida. El mundo tiene esperanza, el hombre salvación y vida eterna.
Algún día comprenderemos el misterio, pero nada nos quita hoy nuestro gozo. Es por esto que desde ACIERA compartimos con la comunidad toda esta inmensa alegría.
¡¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!!¡¡CRISTO RESUCITÓ!! ¡¡ALELUYA!!
Es imposible pensar en la pascua, sin mencionar la cruz en primer lugar y la tumba vacía en segundo. Es imposible recordar la cruz y no ver el amor de Dios. Es en la cruz donde se encuentran toda la maldad humana y todo el amor de Dios. Todos fuimos allí, Judas, los sacerdotes y el pueblo Judío, Poncio Pilato, los soldados romanos, y la humanidad toda. Pero por otro lado, fue Dios el Padre que dio a su Hijo y fue el Hijo que se entregó a sí mismo. Como lo afirma magistralmente Octavius Winslow en su obra “No hay condenación en Cristo Jesús”: “¿Quién entregó a Jesús a la muerte? No fue Judas por dinero, No fue Pilato por temor, no fueron los judíos por envidia, sino el Padre por amor”.
La cruz se erige como el monumento más sublime de la humanidad, como su altar más sagrado, el Cordero de Dios muere colgado entre la tierra y el cielo, en ese lugar de guerra llamado los cielos. Marcó al mundo y lo partió en dos, antes y después de ella. Ante ella el verbo hace silencio, la Palabra enmudece. Paradójicamente nos salva el silencio de la Palabra.
Si no fuera por lo que sucedió a continuación, los peregrinos de Emaús tendrían razón. La tumba vacía en la madrugada del domingo y unas mujeres mirando con estupor al no ver el cuerpo de su Señor. ¡Pero una voz menciona un nombre! ¡La vida venció a la muerte! ¡La luz a las tinieblas! Lo mortal fue absorbido por la vida. El mundo tiene esperanza, el hombre salvación y vida eterna.
Algún día comprenderemos el misterio, pero nada nos quita hoy nuestro gozo. Es por esto que desde ACIERA compartimos con la comunidad toda esta inmensa alegría.
¡¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!!¡¡CRISTO RESUCITÓ!! ¡¡ALELUYA!!
Consejo Directivo de ACIERA
Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina
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