El mundo en el cual vivimos ha sido reducido a una gran aldea, debido a las comunicaciones y la tecnología disponibles. Ejemplo uno: Un hombre de negocios de Nueva York, deja el aeropuerto Kennedy después del desayuno, cruza el Atlántico al doble de la velocidad del sonido y llega a Londres a tiempo para el almuerzo. Ejemplo dos: Tengo una dificultad con el computador y con un simple permiso, remotamente nuestro suporte técnico es capaz de manipular mi maquina y resolver el asunto. La lista de lo que el hombre es capaz de hacer hoy mediante la tecnología, es extensa y hay la tendencia a que cada vez pongamos más nuestra fe y dependencia en ella. Casi me atrevo a decir que la tecnología podría ser considerada por muchos como el nuevo sustituto de Dios.
Pero ¿Qué clase de mundo es éste para la mayoría de sus habitantes? ¿Es capaz la tecnología de resolver todos los grandes problemas que la humanidad enfrenta hoy en día? (tan primitivos como el hambre, las epidemias y el analfabetismo; y tan intrincados como los conflictos sociopolíticos) Y ¿Cómo podemos entendernos a nosotros mismos, la raza humana que habita este planeta? Por un lado hacemos milagros científicos; por otro lado inventamos detestables crueldades y vicios.
Hace un par de días escribí acerca de los medios basura y ahora he de ser más específica con la oferta de la TV que, sumado a la vulgaridad y trivialidad que citamos, cada día enferma nuestra mente con historias de crueldad, guerrilla, violencia. ¿Hemos avanzado moralmente superando el barbarismo de las eras antiguas?
El contraste parece estarlo pautando la divulgación de la fe cristiana a través de los medios; ya lo dije antes y reitero, debe haber alternativa, pero hay que seguir avanzando para disipar el concepto generalizado de que el evangelio es un sobreviviente de nuestro pasado precientifico, una superstición que nos hemos empeñado en mantener.
La sociedad actual se ha vuelto casi completamente secular, se preocupa solo de este mundo; sin embargo, hay una fuerte evidencia de que el cristianismo en todo el mundo está en un periodo de significativo avance. Muchos jóvenes están descubriendo que el cristianismo tiene algo que decirles en esta sociedad postmoderna. Puede que no sea un mensaje cómodo de oír y vivir para la mayoría, pero ¿Lo ha sido alguna vez? En medio de una sociedad en crisis, antes abanderada de lemas vacíos, y hoy sin lema alguno, la promesa del cristianismo de una nueva vida en Jesús, proclamada en la radio, la TV, el Internet, el mensaje de texto, la pancarta, el autobús, el parque, el templo y el hogar, es, sin duda una ráfaga de aire fresco. ¡Pero! ¡Pero! Pena de la vida si también nuestra presentación del evangelio se torna trivial, superficial, “light”. No estamos hablando aquí de saltar y gritar a ritmo de una alabanza… Esa vida nueva que planteo, es un tema profundo, que implica una transformación de la persona, su forma de pensar, sus gustos, sus intereses, su carácter, sus principios de vida. La nueva vida, que anhelo seamos capaces de modelar y proclamar, es una vida abundante, de integridad, de amor, de solidaridad y de espíritu emprendedor. Pero nada de esto lo consigue el ser humano por su propia cuenta. Todo eso viene en el paquete de la salvación que Cristo compró para obsequiar al que cree. Y sepa también que no hay otro sitio donde obtenerlo: “Y en ningún otro hay salvación porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos”. (Hechos 4:12)
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