"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


viernes, 25 de septiembre de 2009

¡TENGO QUE PUBLICAR ESTO! ¡TENGO QUE...!


Nos acostamos y no logramos conciliar el sueño; nos levantamos llenos de ansiedad. Las obligaciones y presiones del trabajo nos acosan. Somos esclavos de tareas rutinarias, y a la vez, la tensión de embarcarnos en proyectos nuevos no nos deja en paz. ¿Qué hacer para resolver este problema?

Uno de los mayores límites que imponemos a nuestros propios sueños y metas es creer que lo más rápido es lo mejor. El tiempo es el bien más valioso hoy en día. Todos afirmamos tener muy poco tiempo, somos esclavos de los "tengo que".

  • Tengo que cumplir ese plazo.
  • Tengo que hacer una brillante presentación.
  • Tengo que terminar este trabajo rutinario de oficina.
  • Tengo que hacer esas llamadas telefónicas.
  • Tengo que asistir a esa reunión, y ya se me hizo tarde.
  • Tengo que tomar una decisión.
  • Tengo que leer todo este material antes de la reunión de mañana.
  • Tengo que reducir los gastos.
  • Tengo que cumplir mi cuota.
  • Tengo que recoger a mi hijo de la guardería, hacer las compras, preparar la cena.
  • Tengo que terminar el informe.
  • Tengo que tomar ese avión...

Y así, una interminable lista de "tengo que".

De acuerdo, son compromisos, son obligaciones, hay que hacerlos. ¡Está bien! Pero, con calma, vamos a empezar tomando todo con calma. El impetuoso Pedro, discípulo de Jesucristo, después de muchos tropiezos, se vio con la autoridad de decirnos: “Humíllense bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte cuando sea tiempo, echando toda su ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de ustedes”.

¿Cómo verifica usted que está sometido a la rutina de las obligaciones? Analice si le están sucediendo estas cosas:

  • Se esfuerza más, pero se pregunta si está logrando mucho más.
  • Siempre se siente retrasado.
  • Es más irritable, más crítico o malhumorado con las personas que lo rodean.
  • Ve cada vez menos a su familia y amigos.
  • Sufre más dolores de cabeza, de pecho y de espalda.
  • Se siente culpable cuando no está trabajando.
  • Le cuesta más trabajo relajarse.
  • Solo trabaja y nada de diversión.
  • Deja a un lado las cosas sencillas, como devolver llamadas telefónicas, leer informes, escribir cartas.
  • Se siente permanentemente fatigado; algunas veces está deprimido o triste sin causa aparente alguna.
  • Necesita estar permanentemente ocupado.

Si usted cae en esta categoría, yo le recomiendo lo que a mí me han recomendado: deshacerse de los "tengo que" que citamos antes y recordar lo que nos dice el Señor: "No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal". Además, debemos acudir al llamado de Jesús: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar".

Nunca estaremos completamente libres de presiones, y un poco de tensión siempre es necesario para mantener el entusiasmo de seguir adelante, pero si no aprendemos a mantener un equilibrio, pronto vamos a sucumbir o a explotar, como una bomba de tiempo.

¿Dónde encontrar un oasis en medio del desierto? ¿Cómo detenernos si vamos en una carrera desenfrenada? Empecemos dejando todo a un lado y poniéndonos de rodillas, buscando descanso en Dios, pidiéndole sabiduría y luego levantándonos con fuerza espiritual y claridad de mente para empezar a trabajar y crecer, sin autodestruirnos en el proceso.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sus comentarios son bienvenidos!