Por Telésforo Isaac
Estamos llamados a mejorar nuestra malsana conducta para así dar buenos ejemplos a fin de mejorar la sociedad en que vivimos. A través de la historia se ha hecho y se puede hacer hoy.
Hay personajes o grupos que inciden en forma tajante y dejan huellas indelebles y positivas en la historia de los pueblos y la civilización. Estos hechos se realizan por imponer sus ideas; por el ejemplo de sus vidas; por el impacto de su liderazgo o por su consagrada dedicación a un ideal o una causa justa.
La influencia o actuación de un individuo o de un grupo que fomenta o ayuda a cambiar la conducta de los seres humanos, el curso de la historia de un pueblo en un momento dado, puede ser de una o más de las siguientes formas o naturalezas: por la entereza de la enseñanza; el ejemplo de vida; por la nobleza del corazón y efecto moralizante de la presencia real; por los escritos o insistentes promociones de virtudes; por la forma de pensar y dar a conocer las ideas de avanzadas; por arraigar con firmeza las virtudes y buenas costumbres o por el liderazgo para alcanzar niveles más elevados de bienestar social y justicia.
Desde los albores de la cronología de la civilización hay voces que denuncian la conducta inapropiada y al mismo tiempo llaman a los cambios necesarios para moralizar la sociedad y los pueblos. Aparecen profetas, visionaros y moralistas que pregonan la urgencia de corregir el camino equivocado y vivir fraternal y decentemente como seres hechos a semejanza e imagen del Creador.
Las Santas Escrituras nos traen las narraciones de los días de Noé: “La tierra estaba llena de maldad y violencia, pues toda la gente se había pervertido”, y Dios decidió terminar con toda la gente y vino el gran diluvio y Noé que era un hombre muy bueno, sólo él y su familia se salvaron. (Génesis 6:9-17).
En el mismo libro del Génesis se cuenta que el mundo se pobló de nuevo, pero la impureza de los seres humanos continuó y a pesar del regateo de Abraham con Dios para no destruir a la gente de Sodoma y Gomorra, esos pueblos fueron devastados y “de toda la región subía humo, como si fuera un horno”. (Génesis 19:28). De nuevo se salvó Abraham y parte de su familia.
Más adelante en el Antiguo Testamento está el recuento del profeta renuente, Jonás, enviado a predicar al pueblo de Nínive por la condición de maldad que allí imperaba. En este caso el pueblo de Nínive se convirtió y se salvó; pero Jonás quedó muy mal parado ante Dios por no entender la voluntad de la Deidad y Su conmiseración con Sus creados, aunque estos no fueran del linaje hebreo.
El profeta Juan el Bautista predicó cerca del río Jordán, tildando a los fariseos y saduceos de “raza de víbora” y llamándoles al arrepentimiento; pero fue decapitado.
Jesús el profeta de Nazaret vino y predicó desde Capernaum en la provincia de Galilea hasta Jerusalén al sur de Judea, proclamando: “Vuélvanse a Dios, porque el reino de Dios está cerca” (Mateo 4:17). Él fue crucificado, pero su muerte y resurrección con la divulgación de los grandes hechos y enseñanzas del Rabino, la obra apostólica de sus allegados y en particular la incansable tarea misionera y erudita de las epístolas de Pablo, dejaron huellas indelebles para transformar el mundo y poner a muchos a los pies de Dios mediante Jesucristo su Hijo.
Hoy por hoy, a pesar de la presencia e influencia del cristianismo en el mundo occidental, la conducta de muchos seres humanos, grupos y pueblos, continuó como en los días de Noé, de Sodoma, Gomorra y de Nínive.
Pasaron siglos y había fervor religioso y afanes de algunos de vivir imitando a Cristo, pero al mismo tiempo había algo como una psicosis colectiva de perversión, de corrupción moral. Hay asaltos y asesinatos de día y de noche; violencia familiar; extorsiones; distorsión de la justicia; deformación de las virtudes; divisiones entre los cristianos; imposiciones políticas y eclesiásticas intempestivas; duras penas de castigos y muertes, pero cuando más severas las penas, más aumentan los números de los delitos.
En este momento la situación en el país es bochornosa, penosa y dramática. Por lo que hace falta escuchar la voz de Juan el Bautista. Hace falta tomar en serio el testimonio, la humildad, el camino, la verdad y la vida, que Jesús señaló que se debe abrazar y seguir. Hace falta una figura como la de Francisco de Asís: dar un ejemplo de sencillez de corazón, de capacidad de lucha que “no es con dinero, ni con ejercito, más con el poder y presencia del Espíritu de Verdad” de cada uno de los que estamos conviviendo en este terruño que Dios nos ha dado por tiempo y espacio limitado. Por tanto, mejoremos nuestra conducta para mejorar la sociedad.
(Publicado con permiso del autor)
Me ha encanta este tema, paz interior en mi corazon gracias.
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