¿Quién no ha sufrido o experimentado situaciones críticas? Ninguna crisis es agradable, pero no quiere decir que todas sean negativas.
Una crisis es una manifestación aguda de un trastorno físico o emocional, una situación difícil o tensa en la vida de una persona, empresa o colectividad, y de su solución depende la reanudación de la normalidad. Puede implicar un momento decisivo, grave, de consecuencias importantes. Puede ser un caso de vida o muerte. En una enfermedad, es el punto en que el paciente se mejora o se agrava. En un negocio es esa etapa en que está en juego la solvencia de la empresa. Pero las cosas pueden cambiar para mejorar.
Las crisis nos inducen reflexionar, a hacer un mayor esfuerzo para ir madurando cada día. Nos hacen ver que no somos autosuficientes y fuertes como creemos.
En esta situación es necesario tomar en cuenta la relación que tenemos con Dios y preguntarnos:
Ø ¿Qué es lo que Dios quiere para mi vida?
Ø ¿Qué me está diciendo Dios a través de esta experiencia?
Ø ¿Qué debo hacer?
Ø ¿Serà una oportunidad para mejorar?
La evolución de la crisis es inevitable pero podemos estar preparados para que sus efectos sean menos intensos. Debemos admitir que la situación es real y enfrentarla, buscar ayuda y compañía y sobretodo tener esperanza, confianza en Dios, pues aunque hay cosas que escapan a nuestro control, no escapan del control divino.
Superar una crisis puede ser la mejor manera de fortalecer nuestra vida en algún aspecto particular. ¿Qué podemos hacer? Primero, definir el problema, en qué consiste, qué lo causó. Pero más importante es que, aunque no siempre se puede encontrar la causa de un problema, hay que buscar soluciones y examinar las consecuencias de cada solución sugerida.
Hay recursos para controlar el estado emocional, tales como compartir nuestros sentimientos, ser flexibles y estar dispuestos a cambiar, descansar en Dios por medio de la oración y la lectura de su Palabra, en la cual hallamos fortaleza para seguir adelante.
En los momentos de crisis debemos recordar que Dios nunca nos deja de amar. Su mayor anhelo es el de tenernos cerca a fin de que recibamos su consuelo, perdón, esperanza y fortaleza.
Finalmente debemos procurar la sanidad espiritual, si no la tenemos, lo que implica revisar si necesitamos confesar a Dios nuestras faltas y confiar en su perdón. Y luego, iniciar una vida renovada y restaurada, como dice el Salmista, ¡Oh Dios!, pon en mi un corazón limpio, un espíritu nuevo y fiel.
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