"Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y enterrado,escribe cosas dignas de leerse, o mejor aún, haz cosas dignas de escribirse... - Benjamin Franklin


domingo, 6 de diciembre de 2009

¡EN SOLEDAD!


Todos hemos estado solos alguna vez. Algunos por mucho tiempo, otros durante pocas horas.  A otros les ha abarcado buena parte de sus vidas. Sin embargo la mayoría nos expresamos mal de la soledad, hasta el punto de verla como algo perjudicial y que nos aleja de la felicidad ¿Estamos en lo correcto?

A pesar de que vivimos en un mundo que tienen más de seis mil millones de habitantes, y de estar rodeados por muchas personas, la mayoría de nuestros sufrimientos y dolores pasan desapercibidos ante la indiferencia de otros. La soledad es un sentimiento común a muchos. Sentirse solo es tener la impresión de que uno no cuenta. Es estar aislado, aun cuando haya otros cerca. Las personas solitarias pueden sufrir dolor emocional. Hay muchos tipos de soledad, por ejemplo cuando alguien se queda solo a causa de un divorcio o por la muerte de un familiar. Estas personas suelen encontrar alguien, por lo menos temporalmente, que trate de consolarlo y ofrecerle todo tipo de ayuda.  Pero también está la persona que después de haber vivido tiempos infelices junto a otras personas, encuentra en la soledad un refugio y decide que nunca más quiere vivir acompañado.

Es muy probable que una persona que viva sola, sienta nostalgia en algunas fechas de año, como el día de su cumpleaños o en Navidad. Seguramente recordará momentos vividos al lado de otras personas, familiares y amigos. Esto es normal, pues los recuerdos forman parte de nuestra vida y nos permiten evocar otras épocas.

A veces nuestro orgullo no nos permite reconocer que nosotros mismos somos la causa de nuestra soledad y optamos por seguir fingiendo que estamos contentos y Felices.

Pero tenemos a alguien que entiende esto perfectamente. Jesucristo a menudo sintió soledad. Fue rechazado en muchas ocasiones por los líderes de su tiempo, incomprendido por la gente que lo rodeaba, y por muchas de las personas que lo seguían. Sintió la soledad en forma más aguda sabiendo que iba a morir en una cruz. La muerte de Cristo es la clave para el triunfo sobre nuestra soledad. El dijo a sus discípulos, “Ya llega la hora cuando ustedes se dispersen cada uno por su lado y me dejarán solo, pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo”. Ahí está la diferencia entonces, entre estar solo y sentirse solitario. La soledad puede sentirse no importa si estamos acompañados o no. Rechazar de plano la soledad puede significar que no nos sentimos bien con nosotros mismos. No podemos disfrutar la soledad si continuamos siendo dependientes de otros a quienes responsabilizamos de amarnos, cuidarnos, y que decidan por nosotros.  Nuestra soledad puede ser una oportunidad para compartir nuestra individualidad, para conocernos más profundamente y para aceptarnos más. Finalmente, cuando la soledad te embargue, recuerda que Cristo es tu amigo y está contigo en todo momento, y te entrega su amor y comprensión.

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